La Noche Blanca en Oviedo fue un éxito. Así de rotundo puede afirmarse. Se puede ir al detalle y ha habido cosas discutibles y discutidas, actividades de más calidad que otras y escenarios más atrayentes que otros. Pero lo programado resultó muy atractivo, en líneas generales, y con un cierto olor a vanguardia, que siempre se agradece, teniendo en cuenta que la verdadera vanguardia exige tradición, tan bien representada esa noche por las monjas benedictinas del monasterio de San Pelayo.
Ahora, es el momento del balance, más allá de los números. De analizar el porqué del éxito y si de esta implicación masiva de la ciudadanía con la ciudad se puede extraer alguna conclusión, o es flor de un día. Hay que hablar de si este modelo se puede continuar en el día a día, si resulta sostenible, si responde a una  elección de política cultural pensada o a gustos personales de quienes gobiernan la ciudad. Hay que hablar de la pertinencia de hacer actividades gratuitas, que nunca lo son, las financiamos con nuestros impuestos, pero, si no hay entrada mediante, así las consideramos; hay que hablar de si apreciamos realmente algo que parece que no pagamos, pero hay que hablarlo en época de crisis, cuando los bolsillos están, en una gran mayoría, muy depauperados.
Hay que hablar de por qué no podemos acceder de manera ordinaria a lugares emblemáticos de la ciudad, ocultos y achatarrados. Hay que hablar de por qué la ciudad no se puede abrir por entero a sus gentes salvo en ocasiones muy concretas, que nunca sabremos si volverán.
Hay que hablar de lo moderno y de lo posmoderno, de lo sólido y del camelo y de si es posible concluir algo fuera de nuestra subjetividad.
Hay que hablar de la escena ovetense, usando aquí «escena» en un sentido amplísimo, en el que se incluyen todas aquellas personas que escriben, que actúan, que tocan, que cantan, que bailan, que esculpen, que pintan, que fotografían. Hay que hablar de la escena oculta, que es necesario iluminar.
Hay que echar a andar de manera efectiva, ya, la Fundación Municipal de Cultura, que debería coger lo bueno de aquella añorada Fundación Municipal de Cultura del mandato de Antonio Masip, que llenaba el Campoamor con el mejor cine, por ejemplo. Pero hay que evitar las añoranzas si no se actualizan.
Hay que hablar, debatir, reflexionar, concluir y actuar.
Pero la Noche Blanca fue un éxito. Y yo quiero felicitar, desde aquí, a Chus Neira. Y agradecer la suerte de la andarina por haber encontrado unos ojos inspiradores en octubre. Mayo ya llegará.

(La imagen, de David Álvarez, muestra, el mayo pasado, unas golondrinas observando el Cabo Peñas).
La ventana de Asturias – Cadena SER – 11 de octubre de 2013.