El idioma en el que nos criamos se conoce como «lengua materna» y a veces hay lenguas maternas que se adoptan bien entrados los años, se me ocurre el caso del enorme Joseph Conrad, como bien entrados los años a veces adoptamos amistades que hacen las veces de madres, padres y todo lo que sea menester.
La lengua hace único al ser humano, la doble articulación del lenguaje es un tesoro precioso, un instrumento imprescindible, una herramienta de comunicación que puede proporcionarnos momentos sublimes, pero también puede representarnos el horror, traérnoslo de una forma tan real que la magdalena de Proust y los recuerdos que revive son un juego evocador de tres al cuarto.
Hay víctimas del nazismo que, una vez aplastada la alimaña, no pueden escuchar una palabra más en alemán, pues cualquiera de ellas las trasladaba al grito del gueto, del campo de concentración, de la tortura.
La integración de la inmigración en nuestra vieja Europa no es tarea fácil, no puede serlo, por definición, casi, y por temor al otro, que siempre nos acompaña, y por el camino cultural que hemos emprendido y que en no pocos aspectos y con todos los matices, cuya discusión daría para tribunas y tribunas, nos sitúa en un lugar en el que no se vive mal, en términos globales y dicho de modo grueso, insisto. Quedando, por ejemplo, aún trecho por recorrer para alcanzar igualdad real, pública y privada, entre varones y mujeres, no pierdo de vista que si no hubiera nacido del lado de acá probablemente no estaría escribiendo esto y nadie fuera de mi entorno más íntimo conocería mi color de pelo.
La integración no es fácil, aplíquese el modelo que se aplique, el conciliador, el relativista, el discriminador, el sancionador…
El hogar, la casa, la intimidad, que puede encerrar el horror y el amor más buscado, donde nos sentimos a salvo o en la más complicada soledad. El hogar, que nuestras leyes protegen, pues el poder no puede irrumpir en él así como así. Podemos mostrarlo más o menos, podemos abrirlo o cerrarlo, descorrer los visillos o echar las persianas, pero debe ser lo que decidamos.
El partido socialcristiano y bávaro CSU propone que los inmigrantes hablen obligatoriamente alemán, también, en sus casas.
Asturias24 – 10 de diciembre de 2014.