Gainsbourg es uno de los grandes nombres de la canción en Francia, judío, francés de padre y madre que salieron de su país tras la Revolución Rusa. Provocador, soez, alcohólico, fumador siempre, un poco al modo Bukowski, nada convencional, fue amado y odiado por todo ello y porque hizo una versión impagable, en tono reggae, de «La marsellesa». Gainsbourg se rio de mucho y describió relaciones y tipos humanos en un montón de canciones inolvidables.
El Dios de Gainsbourg fuma habanos mientras que él mismo fuma Gitanes, tabaco negro francés.
Sí, Dios fuma habanos en el cielo que hemos creado para él después de tantos años y es un cínico sádico y perverso que se descojona de las tonterías espantosas que personas enajenadas cometen en su nombre.
Francia es un país maravilloso que nos hizo la Revolución y nos dio a Proust y nos dio París y sin París nada sería lo mismo porque sin París no habría Rayuela ni Casablanca ni cafés existencialistas ni nada. Y Francia nos dio las playas de Normandía.
Me repito, lo sé, pero no soporto la ideología de la felicidad, ahora tan de moda, aprovechando esta época en que pocas cosas volverán a ser lo mismo. Ese tener como objetivo en la vida ser feliz, ese desear solo para nuestros hijos que sean felices, ese pensar que con un clip en que se cante la felicidad de ser de no sé dónde la vida en la ciudad se transformará y ya no habrá hambre en el mundo y viviremos en un lugar lleno de algodón comestible celeste o rosa y sonreiremos siempre y oleremos bien y bailaremos mucho y nunca enfermaremos ni engordaremos ni envejeceremos.
Pero sí es necesaria la risa del humor, de la sátira, se torne en lo que se torne esa risa, en carcajada o en mueca. Y la única manera de probarnos, y no digo que sea fácil encajarlo, es aceptar que se pueden reír de lo que somos, de lo que somos en lo público y en lo privado. Y admitir que todo puede ser objeto de humor y de caricatura y que si no nos gusta no tenemos que asomarnos a ello, como con cada cosa que no nos guste y que podamos elegirla o no. Y que la libertad de expresión es lo que nos diferencia del tío del kalashnikov, cobarde, que no dudó en rematar a un policía llamado Ahmed tirado, herido, en el suelo.
Sí es necesaria la risa del humor, de la sátira, para hacer lectura política crítica de la realidad.
Sí tenemos el deber de no mordernos la lengua, aunque nos la quieran corta.
Para ser más inteligentes, para ser mejores, para seguir construyendo comunidad, para honrar las muertes de Francia.
Para darle un corte de mangas al Dios sádico fumador de habanos. Para poder seguir fumando Gitanes con quien nos dé la gana.

La ventana de Asturias – Cadena SER – 9 de enero de 2015.