El último anuncio de Coca-Cola, creo, tiene ya un mes, ese que representa a preciosas criaturas en bonitas casas con sonrientes papis y mamis, comiendo en jardines blancos y haciendo preguntas acerca del porqué de su familia, que si madres mayores, niñas probablemente chinas adoptadas, parejas del mismo sexo y trans.
Parece que en el cole, unos y otras se cuestionan el modelo familiar del compañero de pupitre y, así, se van pasando la pelota sobre si tu padre es así o tu madre es de otra manera.
Al final, estos padres y estas madres sonrientes, con belleza, ropa estilosa y sin ojeras concluyen o el anuncio hace que concluyan con que la felicidad es la respuesta, y se quedan por el camino el sufrimiento de la infancia abandonada, la marginación abundante de la transexualidad, la lucha que aún sigue por la igualdad de gais y lesbianas. Y que ha costado y cuesta muerte y violación.
La felicidad, la felicidad es la respuesta, la felicidad de los jardines de las familias guapas que beben Coca-Cola. La felicidad que obvia la intolerancia, la ignorancia, el descaro, la intromisión, la imprudencia, las lágrimas, el abandono, la miseria, la incomprensión, las palizas, el machismo, el frío.
La felicidad que obvia que la respuesta, si es que la hay, no será nunca complaciente, que no significa vivir en la amargura ni en la solemnidad perenne. La felicidad que obvia que la respuesta es la educación, el trabajo en común, la alerta ante el huevo de la serpiente, la compasión y el rechazo de la hipocresía y de los compartimentos estancos. La felicidad tontorrona y facilona o, mejor, la educación de nuestros hijos y de nuestras hijas en la felicidad facilona, individualista, autocomplaciente, mentirosa y egoísta, que les hace creer que con encantadoras sonrisas de infantiles bocas desdentadas y largos abrazos con olor a espliego ya está todo hecho; que hay que dar protección, amor infinito y caricias, por supuesto, que esto nos sirve para el resto de la vida, nos arma y nos hace más fuertes, y a quién no le gusta, dar y recibir amor infinito y caricias, pero la felicidad como objetivo en casas llenas de gente bella en el jardín es mentira, y aún hay quienes compran la moto, porque quizá no se han enterado de que a veces a nuestras hijas las llaman «putas chinas» o porque quizá no se han enterado de lo que es la felicidad para las familias afectadas por el cierre de las plantas de Coca-Cola.

Asturias24 – 6 de mayo de 2015.