Resulta que vamos a acabar agradeciendo al Gobierno del Partido Popular que haya puesto en marcha la amnistía fiscal, la vergonzosa amnistía fiscal. Resulta que el indecente mecanismo para que volviera a casa el dinero chuleado a las arcas del Estado, ergo, dinero que debería ser público para hacer todo lo que ustedes conocen de sobra, la santísima trinidad del estado de bienestar, sanidad, educación y servicios sociales, más algunas menudencias como carreteras y así, el indecente mecanismo para sacar a la luz el dinero chuleado en forma de amnistía está sirviendo para que distinguidos representantes de la derecha y de la izquierda de toda la vida muestren su condición de ladrones, por haber defraudado, y de presuntos ladrones, por las sospechas acerca de la procedencia del dinero blanqueado.
Resulta que a quienes hubo que aguantar, a ellos y a sus insoportables palmeros, rozando estos muchas veces el ridículo más indigno, sus lecciones, a diestro y a siniestro, sobre valores cuando la derecha habla de «valores», sobre la vanguardia de la clase obrera, sobre cómo ser un admirado capitalista creador de riqueza, sobre la única legítima representación de las cuencas mineras, sobre la elegancia de la rancia burguesía provinciana venida arriba, sobre las esencias más puras del socialismo, sobre el milagro económico español que conduce hasta el templo del Fondo Monetario Internacional, sobre cómo honrar la memoria de los santos padres en los cementerios civiles…, todo esto, de parte y parte, adornado con caciquismo, chulería, autoritarismo y prepotencia, aquí, sí, sin distinción ideológica ni de origen social, resulta que estos, que impartieron sus lecciones desde la exquisitez de los clubes de regatas o desde las plazas de las barriadas mineras, nos dan ahora la lección de que quizá la amnistía fiscal se ha convertido en un nauseabundo mal menor, que ilumina las vergüenzas de quienes desde los púlpitos de los poderosos han querido ser reyes Midas convirtiendo en oro todo lo que tocaban para su propio provecho, y, así, Rodrigo Rato y José Ángel Fernández Villa, desde Somió hasta la plaza de la Salve, pasando por las sedes ministeriales madrileñas, terminan por darse la mano en una, otra, unidad de destino en lo universal.

Asturias24 – 22 de abril de 2015.