Sí, están los imprescindibles y codiciados recursos energéticos, está el afán de liderazgo de una región geoestratégica fundamental, está el uranio, está el conservadurismo religioso y moral, está el fanatismo, está la discriminación de las mujeres, están chiíes y suníes, está la testosterona, está el fin del mandato del presidente de los Estados Unidos.
Están tantas cosas y tan complejas, que enseguida parece que hacemos ejercicios de blandito buenismo cuando decimos que están tantas cosas y tan básicas.
Sí, están los fascinantes restos del pasado de pueblos guerreros y comerciantes y exploradores y dominadores y viajeros e inquietos y fundamentales para entendernos y para conocer lo que somos, están los desiertos, imponentes los desiertos en su solo aparente devastación, en su calor asfixiante, en su solo aparente inhospitalidad, y las cordilleras y las costas y las playas y los ríos y los puentes y las criaturas bañándose en los ríos y los bazares repletos, donde más se toca la vida de la ciudad, y el pan recién hecho, pan finito y crujiente en forma de torta, y los caravasares y los minaretes y las cúpulas azules y el cielo azul y el Sol sin piedad y el fin del ayuno, que llena plazas, parques y mausoleos, de todas las generaciones con vida, con la vida que empieza de un bebé cuya hermana, muy pequeña, lo besa delante de la mezquita, en una manta en el suelo, lo besa con la ternura infinita con la que infinitamente besamos a nuestros bebés, y hombres y mujeres que se descalzan, que no dejan de hablar, y las tiendas de los nómadas y los rebaños de dromedarios y el cine y las canciones en los puentes de madera de Isfahán y está decir salaam.
Estas cosas, tan básicas, que en el lado con luz de la carretera nos gusta conservar, porque para eso nos lo enseñó Van Morrison. Estas cosas, que responden a ejercicios de blandito buenismo. Cómo nos gusta besar a nuestros bebés con la ternura infinita, mientras ríen acostados en una mantita, y escuchamos a Van Morrison.
Porque, sí, está un señor que fue presidente de nuestro país de este lado con luz de la carretera, que se empeñó y se empeña en la guerra y en pontificar maniqueamente sobre el eje del mal y en hablar y escribir en inglés cosas como «Confrontation with Iran is inevitable», está Aznar, otra vez, escribiendo en The Wall Street Journal, como el correveidile del flequillo despeinado que nos llevó al «No a la guerra», para tratar de torpedear un acuerdo conseguido a base de horas y horas de palabras, públicas y privadas, para tratar de torpedear las cúpulas azules, los minaretes y los muecines y las palabras sin parar y las panaderías y los caravasares y el bebé cuya hermana besa con ternura infinita en Isfahán.

Asturias24 – 12 de agosto de 2015.