Cuarenta años, cuarenta años, tal día como hoy, de la muerte de Franco, y el pazo de Meirás sigue en manos de la familia del dictador y tantos muertos de los vencidos siguen en las cunetas, con enormes resistencias para su exhumación. Y sigue un régimen monárquico lavado por la Constitución, pero heredado del franquismo. Y bastante sigue del nacionalcatolicismo y de las fortunas empresariales hechas a expensas del régimen. Y el repelús ante la bandera y el himno y la nieta en el papel cuché.
Y eso que ya ha pasado más tiempo desde la muerte de Franco que el que duró su dictadura, pero aún no hemos olvidado, yo hablo desde mis recuerdos de niña, a Arias Navarro llorando en la televisión, una, grande, libre en el NO-DO, «vamos a escuchar el parte», y de las heces en forma de melena. Las heces en forma de melena del golpista, dictador, asesino general. Generalísimo, superlativo megalómano, durante algún tiempo.
No hemos podido olvidar, aunque sea, por la edad, a través de la memoria de otras personas, las cárceles, las torturas, los asesinatos, la falta de libertad, la posguerra, el hambre, los dramas en las familias y ese tabú vivido en tantas casas, por miedo, por dolor, de no hablar de la guerra, de no hablar de lo que ocurrió, de no hablar de política. Cuántas casas son aún herederas de aquello de «no hablar de política», del tabú de la política.
Y, claro, el tiempo pasa y cada vez conocemos a más gente a la que no le podemos preguntar lo de «y, tú, ¿cómo recuerdas el día de la muerte de Franco?», porque aún no había nacido.
Es una buena síntesis de lo que tantas personas sentían en la Transición la «Canción de la esperanza», de Víctor Manuel, de su magnífico álbum Soy un corazón tendido al sol. Y, a pesar del tiempo pasado, de los cuarenta años de la muerte de Franco, de los casi tantos de la canción, perviven tantas cosas, la herencia pesa tanto aún, a pesar de las voces que claman por el olvido, casualmente siempre del lado de quienes ganaron la guerra, que, a pesar de que también de ese lado dicen que resulta revanchismo, hay muchos capítulos que cerrar de la herencia franquista, pero, mientras quienes están en una cuneta, en un pozo, en un zarzal, cuando ya sus hijos y sus hijas se están muriendo, mientras no se les pueda dar descanso sosegado, así que pasen cuarenta años, recordando al gran poeta sepultado, también, por ahí, las heces en forma de melena continuarán teniéndolo todo atado y bien atado.

La ventana de Asturias – Cadena SER – 20 de noviembre de 2015.