No voy a descubrir aquí, en este comentario, que es columna hablada, y también escrita y publicada, además de contada por estas ondas, lo apasionante y complicado que es este subgénero o género por derecho propio llamado «columna». No voy a repasar las grandes plumas que han escrito joyas de quinientas palabras en medios escritos o las han dictado en medios orales. No es este lugar o no es ahora el momento. Pero sí me gustaría hablarles de tres columnas que hablan de música, hablan de muerte, hablan de supervivencia, hablan de amistad. Una de ellas fue escrita en junio de 2010 por Ray Loriga y su título es «Los Smiths, Paseo de Camoens, Madrid, 1985. ¿Sucedió?», El País es el medio; otra es más reciente, de enero de 2016, su autor es Igor Paskual, el medio, El Mundo y se llama «Gracias por salvarme la vida»; por último, y también en El País, una de hace nada, de este mismo mayo, de Manuel Jabois y se titula «Algora».
Hablan de música, y yo conozco superficialmente a los Smiths y no estuve en aquel concierto en el paseo de Camoens y tampoco soy una expertísima sabedora de la obra de David Bowie ni mucho menos de la de Sergio Algora, pero hablan de amistad, de los amigos que desaparecen en la vida, aunque sigan vivos, de los amigos que se mueren y una parte nos queda vacía para siempre y nunca se vuelve a llenar. Hablan de la música que nos salva la vida, aunque pueda parecer una exageración. Sí, también nos salvan la penicilina y la higiene, pero también la música, en la adolescencia y cuando somos mayores. Porque de mayores seguimos escuchando canciones a solas en nuestro cuarto.
Con esto no quiero hablarles de lo que estoy hablando, aunque siempre quiero hablar de música, de amistad, de muerte y de supervivencia. Pero quiero hablarles de ese género, de este género en el que ahora me dirijo a ustedes, que es la columna, cuando ese género habla de experiencias personales y de nombres concretos, pero que, en quinientas palabras, trascienden lo personal y lo concreto, porque lo personal y lo concreto es el mundo, porque nos suceden las mismas cosas, pero hay que saber contarlas de manera que lloramos cuando leemos lo que narran o nos estremecemos o sonreímos asintiendo con la cabeza o hacemos las tres cosas a la vez y es cuando sale el arco iris, cuando lloramos, sonreímos y nos estremecemos a la vez sale el arco iris y, aunque no conozcamos más que superficialmente la obra de los Smiths, de Bowie, de Algora, sabemos perfectamente de qué hablan Loriga, Paskual y Jabois, porque, al fin, quién no ha perdido a una amiga, a un amigo, en la vida o en la muerte, a quién no le ha salvado una canción, quién no ha sentido el arco iris delante de sus ojos al reír, llorar y estremecerse en la lectura de un texto de quinientas palabras.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 3 de mayo de 2016.