Estoy en un concierto en el Café Paraíso, ayer, uno de los mejores sitios donde se puede estar en Oviedo y el único sitio donde se puede estar en tantos momentos. Un concierto en austero acústico, sin cables, sin micros. Qué más da. Son Puri Penín y Michael Lee Wolfe e interpretan «Deportee», de Woody Guthrie.
Cuando acaba el concierto, Jesús Colino, el mejor barman a este lado de la frontera, me pide que sujete el bote para los músicos. Es un bote y huele a alguna hierba, habrá albergado antes alguna planta que pueda beberse. Es un honor sujetar el bote para los músicos, que acaban de tocar «Deportee», de Woody Guthrie. Es una responsabilidad y un orgullo poder hacer esa pequeña aportación a la vapuleada música en directo en los bares. Es lo que puedo hacer, ese pequeño gesto, para ungir los eslabones de la cadena que se siguen añadiendo desde que Woody Guthrie escribió «Deportee», al conocer la muerte en accidente de avión de los deportados venidos de México a Estados Unidos y devueltos a su país, hombres y mujeres sin nombre, son solo deportados.
Y cuando otra vez asistimos a la transmisión del relato por los juglares, tomen la forma que tomen, hombres, mujeres, en un bar con lucecitas y cerveza, con el público en silencio perfecto, cuando vivimos la experiencia de la soledad sonora, escuchando por enésima vez quiénes somos en forma de canciones, otra vez, la tragedia de quienes solo quieren comer porque solo quieren vivir, se trata de algo tan sencillo como la supervivencia, tampoco es más. La supervivencia nuestra y de la gente que queremos, de nuestros hijos, de nuestras hijas, aunque no hayamos parido.
Foto de Francisco Penín González.

Foto: Francisco Penín González.

Cuando en un rincón diminuto del mundo, con cervezas y lucecitas, un hombre y una mujer con sus guitarras, sin micrófonos, Puri y Michael, tocan y cantan «Deportee» y nos recuerdan el relato de la supervivencia negada a los parias de la tierra, que mueren en las montañas y en los valles, en los desiertos y en las orillas de los ríos, hay que recordar, porque mañana está convocada jornada de apoyo a los refugiados, hay que recordar que los parias de la tierra siguen muriéndose al reclamar la supervivencia, el pan negado, con la sal del mar incrustada en los cuerpos que flotan boca abajo, que llegan varados a las orillas de nuestras playas, siguen muriéndose, criaturas y hombres y mujeres, en el mar, en el desierto, en la frontera, en los muros, en los barcos…
Y en ese rincón diminuto del mundo, con el sabor de la cerveza entre los dientes, la canción sigue contándonos nuestra historia y sigue zarandeándonos para que no se nos olvide que también, algún día, podemos morir sin que a nadie le importe cómo nos llamamos.

La ventana de Asturias – Cadena SER – 26 de febrero de 2016.