Hay pianos en bares, hay no disparar al pianista y luego está Sam, el pianista que no deja solo a Rick, muerto de amor, de abandono y de alcohol y de París.
Hay pianos amordazados en bares, por una reivindicación siniestra al descanso, y hay pianos que, poco a poco, vuelven a cantar. Pianos en bares.  Siempre hubo bares con piano y con whisky y siempre hubo Tom Waits, siempre hubo Tom Waits contando historias en los bares con piano, diciendo «I hope that I don’t fall in love with you».
Hay Thelonious Monk con una polilla que escucha, atenta, apoyada en el piano. Con Charlie Parker y con Dizzy Gillespie. Y con John Coltrane.
Hay Serge Gainsbourg, su padre le enseñaba a tocar el piano y él prefería la pintura, pero por la noche tocaba el piano y su padre le decía «tocas mejor de noche». Hay Serge Gainsbourg copiando a Thelonious Monk. Hay Serge Gainsbourg tocando «All the Things You Are», sin dejar de fumar, y acariciando el piano al terminar, y así se entienden Gréco y Bardot y Birkin. Hay Serge Gainsbourg, que quiso cambiar el piano por la guitarra cuando descubre a Django Reinhardt.
Y es que hay Vainica Doble, en un metro cuadrado, con una guitarra, pues no cabe un piano.
Hay Natalie Merchant, al piano, «Beloved Wife». Hay John Lennon al piano, para grabar «Oh, My Love». Y George Harrison toca la guitarra a su lado. Y hay el piano enmarcando la voz de Mick Jagger en «Following the River», esa canción que habla de quienes son capaces de extraer lo mejor de lo que somos.
Hay una plegaria, que también se reza en la catedral de Main Street, y un piano que grita mientras Jagger pide por cada canción. Hay «Shine a Light». Y a veces no hay más.
Hay Neil Young, solos él y el piano, hay un escenario y una noche y Neil Young contando lo que ocurrió después de la fiebre del oro. Hay Neil Young al piano y solo hay lágrimas.
Hay Billy Joel, otro bar, otro piano, otro pianista, otras súplicas al pianista, tócala, hay hombres que hacen el amor con su gin tonic.
Hay Billy Joel queriendo ser Leonard Cohen al piano, buscando en sus partituras «Light as the Breeze», que es una perla blanquísima como una camisa blanquísima encontradas en el fondo del mar. Y dicen que hay «Who by Fire» al piano.
Hay Bruce Springsteen que suplica a Mary que baila a Roy Orbison que hace hablar a las cuerdas de la guitarra con el único sonido del piano.
Hay Elvis Presley a punto de morir, sudando anfetaminas, elevándose, elevándonos al piano, hay Elvis Presley en Rapid City, South Dakota, hambriento de caricias y de besos, desesperadamente al piano.
Hay Andrés Calamaro, remedio sin receta, porque no hay remedio para el amor, al piano.
Hay Fito Páez, hay un vestido, un amor, escribir y el resto de las cosas que se hacen.

(Publicado originalmente en Drugstore, medio digital que ya, desgraciadamente, no existe, en noviembre de 2016).