Una mujer de cincuenta y pocos años, melena canosa recogida en una coleta, atuendo negro, camiseta, falda por debajo de la rodilla, americana. Enseguida, se desprende de la americana, de la goma que le sujeta el pelo y, durante un rato, se pone una toquilla. Una mujer de aspecto corriente en un teatro corriente, impersonal, nuevo, más bien pequeño, en la City londinense en domingo o, lo que es lo mismo, en un barrio vacío; un teatro dentro de un enorme complejo de equipamientos culturales.
Una mujer neoyorquina, Natalie Merchant, en el Milton Court Concert Hall, en el complejo Barbican Centre, Londres, 11 de mayo del 2014, segundo de los conciertos de presentación de su último disco, a la venta desde el pasado día 6.
Natalie Merchant, acompañada por un guitarrista, un pianista-acordeonista, un batería, un bajista y un cuarteto de cuerda, violines, viola, chelo. La colaboración fue de Katell Keineg, cantante galesa, de voz excepcional. Natalie Merchant, con la voz ya más grave, la misma voz que con los Maniacs, pero voz de haber crecido; en voz, en experiencia, tocando todos los palos de la creación musical. Con la voz más grave, reconocible la de Maniacs, pero asentada, con las huellas de los años y de la vida, que, al fin, son las mismas.
Natalie Merchant, con la huella española en el baile y en el texto de alguna canción, divorciada recientemente de un hombre español y con una hija llamada Lucía, también la huella de la ruptura vital en el alma de las canciones de su último disco. «Maybe it’s time to fly, time to fly away! / When you gonna spread your wings and fly? / When you gonna fly away?», de Ladybird.
Natalie Merchant, arrebatadora, con una puesta en escena sencilla, sobria, sin estridencias, elegante; como su atuendo de mujer sin sofisticaciones impostadas, melena canosa, camiseta y falda negras, toquilla para según qué momento, pero arrebatadora o arrebatadora por ello, ante tanta loa y alabanza a la juventud porque sí, por el hecho arbitrario de la juventud; arrebatadora, ante tanta belleza vacía, tanto hueco artificio, tanta onanista felicidad, cuya satisfacción acaba en sí misma, sin llegar a ningún lado.
Natalie Merchant, dirigiendo a los músicos como una directora de orquesta que conduce, pero conduce con el movimiento de las olas, no en vano abrió su concierto «Then one steel morning / On the white quay / I saw a grey ship / Come in from sea», de Charles Causley, «Nursery rhyme of innocence and experience», en Leave your sleep (2010).
Natalie Merchant, sobre todo, fascinante verla bailar como con los Maniacs, tan poco convencional, tan ella, tan vital, nunca volver atrás fue tan actual porque es la misma, pero mejor, porque ha crecido, porque tiene canas, porque tiene la voz más grave, porque ha sabido crecer después de la banda, porque es compositora de música y letra, porque se abraza a Pete Seeger en la vida de carne y hueso y nos pregunta, otra más, pero como sólo ella pregunta, de qué lado estamos, porque sabe colaborar con Wilco y con Billy Bragg y porque a dúo con Margo Timmins hace un Misguided angel memorable.
Natalie Merchant en Londres, actuando cerca de Bloomsbury y recordándonos a Virginia Woolf y a Clarissa Dalloway en las primeras palabras de la conversación de promoción de su nuevo álbum: «I remember reading that Virginia Woolf thought that Mrs. Dalloway was the first novel that she ever wrote after she had found her voice. And she was 43. You can’t find your voice until you’ve lived for a long time».
Neville – 21 de mayo de 2014.