Créanme, vivo en él, el Oviedo Antiguo no es un lugar violento, peligroso, al margen de la ley. No es el lugar más inhóspito a este lado de la carretera.
Créanme, damos desayunos cada mañana en él, el Oviedo Antiguo no es un lugar frío, tenebroso, egoísta. No es el lugar más insolidario a este lado de la carretera.
Créanme, crío a mi hija en él, el Oviedo Antiguo no es un lugar amedrentador, helado, pavoroso. No es el lugar más salvaje a este lado de la carretera.
Créanme, vivo mi ocio en él, el Oviedo Antiguo no es un lugar yermo, inculto, estéril. No es el lugar más sobrecogedor a este lado de la carretera.
De nuevo, y como casi siempre, a veces, con elevado ardor, se desata la campaña acerca del deterioro en todos sus recovecos y hasta lo insoportable del Oviedo Antiguo. Y el Oviedo Antiguo no es un lugar perfecto y tiene los problemas característicos de los barrios viejos con ocio nocturno.
Afortunadamente, para quienes nos gustan las cicatrices, el sudor y las contradicciones, el Oviedo Antiguo no es un lugar perfecto. Afortunadamente, para quienes nos gustan las cosas de verdad, las palabras sinceras, aunque duelan, el Oviedo Antiguo está lleno de aire puro y de suciedad, de estorninos que nos maravillan con sus bailes y que nos pían hasta el estruendo y que nos cagan en la cabeza y en los pies. Porque la perfección es mentirosa, falsa, irreal, inerte. Porque no somos más que un amasijo físico-químico lleno de flemas y de metáforas y analogías, lleno del tiempo delicuescente con sabor a bombón y de coágulos de sangre, y de las impurezas sale la belleza que encierra verdad, y no voy a decir que el Oviedo Antiguo no tenga problemas, pero las condiciones de algunas viviendas son la causa, viviendas que rozan la infamia, que son como la blanca piel que cubre la yugular de una joven virgen a la que el vampiro está deseando romper con sus colmillos, y no hay grandes escándalos sobre las condiciones de esas viviendas, donde vive gente que pasa frío y no deja de toser en todo el año porque la propiedad no repara nada y porque la gente no tiene dinero y porque el vampiro está deseando caer sobre la piel virginal que en palabras de ahora, dejando de lado las metáforas y las analogías, se llama «gentrificación», y ahí está uno de los problemas que acechan al Oviedo Antiguo.
Pero, no, prefiere hablarse del ruido y del botellón y de las peleas, y hay ruido y botellón y peleas y habrá de ponerse remedio en la medida que toque, pero no se habla de la propiedad buitre. Tampoco se habla de la vida comunitaria, de barrio, de amistades que son para siempre cosidas en barras de bar, vertederos de amor.
Créanme, damos desayunos cada mañana en él, el Oviedo Antiguo no es un lugar frío, tenebroso, egoísta. No es el lugar más insolidario a este lado de la carretera.
Créanme, crío a mi hija en él, el Oviedo Antiguo no es un lugar amedrentador, helado, pavoroso. No es el lugar más salvaje a este lado de la carretera.
Créanme, vivo mi ocio en él, el Oviedo Antiguo no es un lugar yermo, inculto, estéril. No es el lugar más sobrecogedor a este lado de la carretera.
De nuevo, y como casi siempre, a veces, con elevado ardor, se desata la campaña acerca del deterioro en todos sus recovecos y hasta lo insoportable del Oviedo Antiguo. Y el Oviedo Antiguo no es un lugar perfecto y tiene los problemas característicos de los barrios viejos con ocio nocturno.
Afortunadamente, para quienes nos gustan las cicatrices, el sudor y las contradicciones, el Oviedo Antiguo no es un lugar perfecto. Afortunadamente, para quienes nos gustan las cosas de verdad, las palabras sinceras, aunque duelan, el Oviedo Antiguo está lleno de aire puro y de suciedad, de estorninos que nos maravillan con sus bailes y que nos pían hasta el estruendo y que nos cagan en la cabeza y en los pies. Porque la perfección es mentirosa, falsa, irreal, inerte. Porque no somos más que un amasijo físico-químico lleno de flemas y de metáforas y analogías, lleno del tiempo delicuescente con sabor a bombón y de coágulos de sangre, y de las impurezas sale la belleza que encierra verdad, y no voy a decir que el Oviedo Antiguo no tenga problemas, pero las condiciones de algunas viviendas son la causa, viviendas que rozan la infamia, que son como la blanca piel que cubre la yugular de una joven virgen a la que el vampiro está deseando romper con sus colmillos, y no hay grandes escándalos sobre las condiciones de esas viviendas, donde vive gente que pasa frío y no deja de toser en todo el año porque la propiedad no repara nada y porque la gente no tiene dinero y porque el vampiro está deseando caer sobre la piel virginal que en palabras de ahora, dejando de lado las metáforas y las analogías, se llama «gentrificación», y ahí está uno de los problemas que acechan al Oviedo Antiguo.
Pero, no, prefiere hablarse del ruido y del botellón y de las peleas, y hay ruido y botellón y peleas y habrá de ponerse remedio en la medida que toque, pero no se habla de la propiedad buitre. Tampoco se habla de la vida comunitaria, de barrio, de amistades que son para siempre cosidas en barras de bar, vertederos de amor.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 1 de abril de 2016.