Los estorninos hacen formas bellísimas cuando vuelan en manada y es hipnotizador mirarlos en esas figuras bailarinas que parecen irreales.
Los estorninos pían en manada por la noche, y hay quien encuentra perturbación en su sueño, y cagan en manada, encima de las cabezas, calvas o pobladas, y encima del asfalto de los paseos y la caca huele y es corrosiva. Y, entonces, hay que expulsar a los estorninos.
Queremos belleza, irrealidad, narcóticos para despertar y narcóticos para dormir. Y queremos belleza que no cague, sin darnos cuenta de que la belleza caga, suda, menstrúa y esputa y eyacula.
La otra belleza no existe, la inodora e insípida belleza es falsa, es una máscara sin mueca.
Quería hablar de los estorninos, que en Oviedo hacen formas bellísimas encima de la torre de la catedral, mientras un chico muy joven toca la guitarra enfrente de la ventana prerrománica de San Tirso y unas chicas muy jóvenes lo miran con esa sonrisa que dan la música y la complicidad.
Pero debo hablar de otra cosa.
Con esta columna, finalizo mi colaboración semanal con Asturias24. Desde hace un año, y miércoles tras miércoles, excepción hecha de un mes de vacaciones y de mi estancia en Lesbos, que alteró el ritmo de la publicación, me puse aquí para contarles cosas más o menos de actualidad, más o menos políticas, más o menos no sé bien qué, y ahora debo despedirme, sin irme demasiado lejos, porque me encuentro demasiado bien aquí, porque empiezo a tener la cabeza llena de otros textos que necesitan otros espacios y otros tiempos, sin irme demasiado lejos, porque si no pasan de mi cabeza a mis dedos los expulsaré por los ojos, por la nariz, por las orejas y por la boca, textos que espero que encierren belleza, en las historias que cuente y en la forma —la búsqueda de la perfección formal, que tampoco se consigue, es apasionante, como explorar a la persona amada, que tampoco se consigue—, pero que tengo que sacar ya, tengo que pasarlos de la cabeza a los dedos, porque si no acabarán convirtiéndose en legañas, en mocos, en cera, en flemas, y desaparecerán. Como los estorninos cuando cagan mucho.
Muchas gracias, Asturias24, por esta oportunidad de excepción. Por la amabilidad y por la paciencia.
Muchas gracias a quienes me leen. Hasta las siguientes obsesiones.

Asturias24 – 30 de diciembre de 2015.