¿Sabes, corazón? Me han dicho que los baños de la estación van a ser de pago. Lo he escuchado por ahí, alguien lo comentaba en el bar, a la hora del desayuno.
¿Sabes, corazón? Ya no podremos refugiarnos en los baños de la estación, para hacer el amor, las pocas monedas que logremos por ahí las tendremos que emplear en tomar café en el bar, a la hora del desayuno, sobre todo, ahora, que llegará el frío, poco a poco, y necesitaremos el café y el trozo de bizcocho para deambular, arriba abajo, deambular, tratando de arañar alguna moneda, deambular, porque quién nos va a dar trabajo, deambular, arrastrando los pies, porque la dignidad ya la tenemos más que arrastrada.
¿Sabes, corazón? Primero nos despojaron de nuestra cama, donde hacíamos el amor. Nos echaron a la calle, la regulación, el paro, la hipoteca, el banco. Era nuestra casa y era nuestra cama y nos las arrebataron, con violencia y fuerza, como dice el diccionario que significa «arrebatar».
¿Sabes, corazón? Y nos refugiamos en los baños de la estación, para hacer el amor, porque los convertíamos ese momento en nuestra casa y en nuestra cama y lográbamos aislarnos de la sordidez, incluso en los baños de una estación, y aprendimos a encontrar los momentos en que podíamos hacerlos nuestros, sin molestar y sin que nos molestasen, como yo me hacía tuya y tú te hacías mío.
¿Sabes, corazón? Ahora, tendremos que refugiarnos en la noche, en los parques que estén abiertos, en los cajeros que estén abiertos, en los portales que estén abiertos; y en las entradas de los garajes, que siempre huelen a pis. Y puede vernos alguien y alguien puede llamar a la policía y está el escándalo público y está la dignidad, que ya la tenemos más que arrastrada.
Y ya no tendremos nada que hacer nuestro, como yo me hago tuya y tú te haces mío.

(En homenaje a la clocharde de Rayuela).