«Y pensábamos en esa cosa increíble que habíamos leído, que un pez solo en su pecera se entristece y entonces basta ponerle un espejo y el pez vuelve a estar contento.
Entrábamos en las tiendas donde las variedades más delicadas tenían peceras especiales con termómetro y gusanitos rojos. Descubríamos entre exclamaciones que enfurecían a las vendedoras -tan seguras de que no les compraríamos nada a 550 fr. pièce– los comportamientos, los amores, las formas. Era el tiempo delicuescente, algo como chocolate muy fino o pasta de naranja martiniquesa, en que nos emborrachábamos de metáforas y analogías, buscando siempre entrar». Capítulo 8.
«Oliveira ya conocía a Perico y a Ronald. La Maga le presentó a Etienne y Etienne les hizo conocer a Gregorovius; el Club de la Serpiente se fue formando en las noches de Saint-Germain-des-Prés. Todo el mundo aceptaba en seguida a la Maga como una presencia inevitable y natural, aunque se irritaran por tener que explicarle casi todo lo que se estaba hablando, o porque ella hacía volar un cuarto kilo de papas fritas por el aire simplemente porque era incapaz de manejar decentemente un tenedor y las papas fritas acababan casi siempre en el pelo de los tipos de la otra mesa, y había que disculparse o decirle a la Maga que era una inconsciente. Dentro del grupo la Maga funcionaba muy mal, Oliveira se daba cuenta de que prefería ver por separado a todos los del Club, irse por la calle con Etienne o con Babs, meterlos en su mundo sin pretender nunca meterlos en su mundo pero metiéndolos porque era gente que no estaba esperando otra cosa que salirse del recorrido ordinario de los autobuses y de la historia, y así de una manera o de otra todos los del Club le estaban agradecidos a la Maga aunque la cubrieran de insultos a la menor ocasión». Capítulo 4.
Escogimos «Lover Man» para celebrar los sesenta años de Rayuela porque Cortázar cuenta la grabación legendaria de Charlie Parker en «El perseguidor», grabación que recrea también Clint Eastwood en Bird. Y nos gusta muchísimo cómo la hace Lara, siguiendo la estela de las grandes damas Billie Holiday y Sarah Vaughan.
Y descubrimos que hay espacio y hay masa crítica para celebrar Rayuela, un miércoles de verano. Ni en nuestras mejores previsiones imaginábamos que El Refugio de La Salvaje iba a estar lleno, a los cinco minutos de abrir las puertas.
Y fue una noche preciosa, con ese público de cronopios, que llenaron la despensa de El Postigo Solidario de aceite de oliva.
Tras la celebración, recibimos el siguiente mensaje. Solo por él, mereció la pena el homenaje:
«Soy una argentina que vive en Oviedo desde hace casi 4 años. En mi maleta el único libro que viajó conmigo desde Buenos Aires fue Rayuela (no podíamos superar los 23 kilos por maleta). Cortázar fue mi refugio en pandemia y mi conexión con un lenguaje que me es cercano. Ayer, me sentí un poquito así, como en casa».