Cartel: Ana Isabel Rey Artime.

Preparamos la conmemoración de los sesenta años de Rayuela, el mismo día de tan importante efeméride, el 28 de junio de 2023. Fue en La Salvaje y hubo un trío de jazz, Lara Hoevenaar, Jorge Viejo y Marco Martínez, con un exquisito repertorio inspirado en la novela, pero, sobre todo, en el gran cronopio, amante del jazz antiguo, del bebop también, un conocedor enorme de ese lenguaje que tan bien se refleja en Rayuela. Hubo lectura de pasajes de la novela, una hablante de glíglico y una pequeña incursión en «El perseguidor», porque quisimos que se cantara «Lover Man», ya que Lara lo hace sublime y nos lleva directamente a Charlie Parker.
Esta celebración va destinada a quienes  aman a Cortázar, París, el jazz, las buenas historias, a la Maga, a Charlie Parker, a Louis Armstrong; a quienes quieran compartir un rato en el tiempo delicuescente, buscando siempre entrar. Para construir conjuntamente algo hermoso y exclamar  «la hermosa ciudad, la hermosísima ciudad».

Foto: Javier Ordás.

La entrada al homenaje a la gran novela no fue gratuita: el coste de la entrada fue un litro de aceite de oliva, destinado a la iniciativa El Postigo Solidario. A cambio de esta contribución, artículo alimentario de lujo para muchísimas familias, asistimos a una sesión compartida con las presencias de Billie Holiday, Louis Armstrong, Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Charlie Parker, Thelonious Monk…

«Y pensábamos en esa cosa increíble que habíamos leído, que un pez solo en su pecera se entristece y entonces basta ponerle un espejo y el pez vuelve a estar contento.
Entrábamos en las tiendas donde las variedades más delicadas tenían peceras especiales con termómetro y gusanitos rojos. Descubríamos entre exclamaciones que enfurecían a las vendedoras -tan seguras de que no les compraríamos nada a 550 fr. pièce– los comportamientos, los amores, las formas. Era el tiempo delicuescente, algo como chocolate muy fino o pasta de naranja martiniquesa, en que nos emborrachábamos de metáforas y analogías, buscando siempre entrar». Capítulo 8.

Foto: Joaquín Álvarez.

«Oliveira ya conocía a Perico y a Ronald. La Maga le presentó a Etienne y Etienne les hizo conocer a Gregorovius; el Club de la Serpiente se fue formando en las noches de Saint-Germain-des-Prés. Todo el mundo aceptaba en seguida a la Maga como una presencia inevitable y natural, aunque se irritaran por tener que explicarle casi todo lo que se estaba hablando, o porque ella hacía volar un cuarto kilo de papas fritas por el aire simplemente porque era incapaz de manejar decentemente un tenedor y las papas fritas acababan casi siempre en el pelo de los tipos de la otra mesa, y había que disculparse o decirle a la Maga que era una inconsciente. Dentro del grupo la Maga funcionaba muy mal, Oliveira se daba cuenta de que prefería ver por separado a todos los del Club, irse por la calle con Etienne o con Babs, meterlos en su mundo sin pretender nunca meterlos en su mundo pero metiéndolos porque era gente que no estaba esperando otra cosa que salirse del recorrido ordinario de los autobuses y de la historia, y así de una manera o de otra todos los del Club le estaban agradecidos a la Maga aunque la cubrieran de insultos a la menor ocasión». Capítulo 4.

Foto: Esther Lafuente.

«… y Roland, solo en el piano, tenía todo el tiempo necesario para trabajar sus ideas de bebop o matarnos dulcemente a fuerza de blues». Capítulo 2.

Escogimos «Lover Man» para celebrar los sesenta años de Rayuela porque Cortázar cuenta la grabación legendaria de Charlie Parker en «El perseguidor», grabación que recrea también Clint Eastwood en Bird. Y nos gusta muchísimo cómo la hace Lara, siguiendo la estela de las grandes damas Billie Holiday y Sarah Vaughan.

Y descubrimos que hay espacio y hay masa crítica para celebrar Rayuela, un miércoles de verano. Ni en nuestras mejores previsiones imaginábamos que El Refugio de La Salvaje iba a estar lleno, a los cinco minutos de abrir las puertas.
Y fue una noche preciosa, con ese público de cronopios, que llenaron la despensa de El Postigo Solidario de aceite de oliva.

Foto: Joaquín Álvarez.

Lara Hoevenaar, Jorge Viejo, Marco Martínez fueron un enorme trío en el Club de la Serpiente, en donde, en lugar de discos, hubo música en directo. Enorme trío que en muy pocos días preparó un repertorio donde navegaron Satchmo (enormísimo cronopio), Duke y Billie, y el reto bopper de Parker y de Monk, viva por siempre el bebop, esa música que corre, corre y corre.

Foto: Javier Ordás.

Las comadres Patricia Bernardo Delgado y Gema Fernández Martínez tuvieron el reto enorme de la lectura de esos dos capítulos del encuentro carnal de dos personas que se aman: el capítulo 7 y el capítulo 68, cronopias imprescindibles en la noche.

Foto: Javier Ordás.

Tras la celebración, varias personas comentaron que iban a leer Rayuela. No se agobien, léanla despacio, por su orden convencional o por el del tablero de dirección, recréense en el ovillo París y en Buenos Aires, tengan siempre a mano un reproductor de música, analógico o digital.
Buscando siempre entrar, lo conseguimos. Porque los cronopios «a la hora de dormir se dicen unos a otros: «La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad». Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados».

Tras la celebración, recibimos el siguiente mensaje. Solo por él, mereció la pena el homenaje:
«Soy una argentina que vive en Oviedo desde hace casi 4 años. En mi maleta el único libro que viajó conmigo desde Buenos Aires fue Rayuela (no podíamos superar los 23 kilos por maleta). Cortázar fue mi refugio en pandemia y mi conexión con un lenguaje que me es cercano. Ayer, me sentí un poquito así, como en casa».

 Empezamos un ciclo de conciertos llamado «Sesiones delicuescentes» y lo inauguramos con Lara Hoevenaar Trío y decidimos volver a hacer el mismo repertorio y seguir recordando a Julio Cortázar, el 18 de octubre de 2023.

Foto: Mónica Sánchez.

Leímos algo del capítulo 4:
«Apoyándose en la manta esquimal, mirando las velas verdes a través de la copa de vodka (íbamos a ver los peces al Quai de la Mégisserie) era casi sencillo pensar que quizá eso que llamaban la realidad merecía la frase despectiva del Duke, It don’t mean a thing if it ain’t that swing, pero por qué la mano de Gregorovius había dejado de acariciar el pelo de la Maga, ahí estaba el pobre Ossip más lamido que una foca…». Capítulo 16.
El repertorio de la conmemoración gira en torno a estas piedras preciosas: