Cuando hice una lista de reproducción en Spotify como complemento a un artículo que escribí acerca de Suze Rotolo, tomé su nombre, «From the Crossroads of My Doorstep», de un verso de «One Too Many Mornings», una de mis canciones favoritas de Dylan (también es muy favorita de Patti Smith, que tiene una hermosa versión) y que está en esta lista.
«One Too Many Mornings» aparece en el álbum The Times They Are A-Changin’ y Dylan la interpreta de modo lacerante, con esa armónica tan preciosa. La canción la escribió con motivo de su ruptura con Suze Rotolo, la chica del abrigo verde de la portada de The Freewheelin’ Bob Dylan.
En esta lista de reproducción incluyo varias versiones y dejo otras fuera. No incluyo las versiones country de Johnny Cash y de The Highwaymen porque, aunque Jonnhy es uno de los míos y quisiera haber tenido un romance tórrido con Kris Kristofferson en el camerino de Pat Garrett and Billy The Kid, sin que la propia Katy Jurado se enterara, no me gustan estas versiones country porque le quitan el desgarro con el que ha de interpretarse la canción, el desgarro, en acústico o en eléctrico, que la canción requiere: ese desgarro, esa intensidad.
Tampoco incluyo la versión de Joan Baez, por un cierto sentimiento de sororidad. Dylan lloraba mucho por Rotolo por las esquinas del Village porque Rotolo se había ido a Italia una temporada, pero se lio con Joan sin haberlo dejado con Suze y, bien, estas cosas siempre duelen un poquitín.
Pero sí incluyo la versión en directo con los pre The Band, la del concierto de Manchester, el del «Judas!», con ese sonido tan identificable y todo el mito.
Incluyo la del sótano de Big Pink, con un Rick Danko arrebatador, arrebatador cuando canta «… behind…».
E incluyo mi versión favorita: la de Hard Rain.
A Dylan le valió esta canción, escrita para Suze Rotolo, también para purgar la hiel de la ruptura con Sara, pues el álbum en que se incluye esta versión recoge conciertos de la gira de la Rolling Thunder Revue, época en la que el matrimonio de Dylan saltó por los aires, en la que publicó esa obra magna del desamor que es Blood on the Tracks, en que se va de gira anfetamínica, circense, excesiva, magistral, y, con todos estos ingredientes, interpreta la canción como creo que esta canción debe interpretarse, con el alma al límite, con desgarro, sin ninguna tibieza.
En una ocasión, un hombre con el que tenía una relación y yo tuvimos una fuerte discusión, con amago de ruptura (la ruptura de verdad vino meses después). Esos días en que esa relación estuvo al borde de la quiebra bebí la hiel con mis amigas y con esta versión del Hard Rain, sin poder dejar de escucharla.
Porque bien sabemos que no hay nada nuevo, que todo está en las canciones, que nos explican mucho mejor que nosotras nos explicamos, que ya saben lo que nos pasa antes de que nos pase. Y porque da igual ser Dylan, un ser genial, que nuestras almas vulgares, que ni rozan la genialidad, da igual: al final, las lágrimas son las mismas y por las mismas razones, siempre, de todas las personas. Y siempre habrá una canción para acompañarlas.