Como hacemos lo que dicen las canciones, me alojo en una pensión barata del centro de Madrid. Desde hace unos años, sola o acompañada, campamento base de los conciertos y del deambular por Malasaña. Me levanto con la muerte de Fidel Castro: la dueña del hostal, cubana, me habla de la güija. Trato de resultarle simpática. Como hacemos lo que dicen las canciones, me despiertan los gritos de una mujer, en esas exclamaciones en que la doble articulación de la lengua se diluye, significado y significante se ligan: nuevas parejas se estrenan esta noche entre las sábanas de pensiones baratas.
Ilegales cerró el pasado sábado, en la sala La Riviera, en Madrid, su gira de defensa en los escenarios de su último álbum, La vida es fuego, gira que comenzó también en Madrid, el 23 de abril, en el Teatro Barceló. Hubo conciertos previos, sí, a abril. En el intervalo que fue de aquellos previos al comienzo oficial de la gira, Alejandro Blanco, el bajista, con más de veinte años en la banda, se quedó por el camino. Este ha sido el año más duro en la historia de Ilegales, y no porque antes todo haya sido fácil. Y abatidos, pero erguidos, con las botas camperas y el cuero subido para protegerse de los francotiradores que apuntan a la nuca, decidieron continuar, y Willy volvió a casa.

(Publicado en La Voz de Asturias el 28 de noviembre de 2016. Puedes leer aquí el texto completo).