Para la editorial Rema y Vive, dentro del ciclo «Nueve conferencias para nueve musas», a mí me pusieron bajo el amparo de Polimnia, la musa de la canción sagrada, de los himnos, y escribí una conferencia llamada «Las canciones: Lavar los párpados en la lluvia» y tomé prestado el título de uno de los versos de «So Long, Marianne» porque es la canción que yo salvaría, si se invirtieran los papeles y tuviera que salvar una canción en vez de que la canción me salvara a mí.
Y tuve que ponerme en ruta por Asturias para hablar de canciones y vino conmigo Sil Fernández, porque Sil me ayudó una noche, sin ella saberlo entonces, yo lo supe sobre la marcha, y Sil, que es el talento, la profesionalidad y la buena gente, que es casa, preparó unas canciones de las que yo hablo y vino. Y cuando no podía venir hablé con Pablo Moro, de Pequeño Club Imposible, con Ivo Pérez, y ellos vinieron porque entendieron muy bien la conferencia y prepararon unas canciones de las que hablo. Y Sil tocaba sola por primera vez e Ivo recreó «Todavía una canción de amor» de un modo bellísimo y delicado.
Pero siempre era corto el tiempo y largas las canciones y algunas se quedaban y les propuse reunirnos una tarde solo para sus canciones y que yo me callara y le pedí a Mike Vergara que se uniera, porque Mike me había dicho que le gustaría ayudarme en esto de las canciones y las palabras.
Sil, Pablo y Mike estaban en la conferencia cuando la escribí, porque los tres tienen mucho que ver en que yo haya escrito eso y de ese modo, y quiero que haya una segunda parte para que también esté Ivo, porque recrea «Todavía una canción de amor» de un modo bellísimo y delicado y mientras yo sigo debiendo todavía una canción de amor que no sé escribir trato de suplirlo escribiendo sobre las canciones de amor que otras manos escriben.
Y Sil, Pablo, Ivo y Mike me dijeron que sí y yo hablé con La Salvaje porque allí hay un rincón y una barra, un rincón con sofás y sillas del cuarto de estar y velas y lamparitas y unos imprescindibles que llevan la sala y otros que están detrás de la barra porque a veces voy temprano y solo está Vicho y hablamos de música y de por qué el blues.
Y Sil, Pablo, Ivo y Mike decidieron que se hacían banda, que iban a tocar juntos, dos guitarras, cuatro voces, un piano, y un domingo por la noche nos juntamos a hacer algo tan inocente como revolucionario, porque lo revolucionario tiene que tener su punto de inocencia, y vino gente y La Salvaje se llenó de manos y bocas que aplaudieron y cantaron desde la calle Melancolía y Sil, Pablo, Ivo y Mike, banda formada sobre la marcha, resumieron en una hora para qué sirven las canciones, lo que yo traté de explicar durante setenta páginas, y allí estuvimos en esas noches en que la ciudad se hace hermosa, un rincón del mundo, y cuando salimos orbayaba y el agua resbaló por los párpados a la hora de cerrarlos y nos los lavó, cuando llegué a casa tenía la pintura de los ojos descolocada, y recordé a Katy Jurado, con las nubes negras detrás.
Y fue una noche de la ciudad, la hermosísima ciudad, y estoy perdiendo las letras, con el agua de la ciudad, con los vasos vacíos, y como estoy perdiendo las letras escribo esto para dar las gracias porque no sé decirlo de otro modo. No sé decir de otro modo «gracias» cuando Pablo dice que «Shine a Light», una bellísima y desoladora canción de despedida, salida del genio de Mick Jagger y de la destrucción de Brian Jones, salida de un sótano de una mansión decadente de la Costa Azul francesa, es una de sus canciones favoritas de uno de sus álbumes favoritos, y empieza a cantarla y se convierte en Jagger rogándole a Dios, pidiendo que cada canción que cantemos sea nuestra canción preferida, y Mike Vergara, en el piano, se vuelve Billy Preston.