Cada mañana, desde mi casa al Ca Beleño, donde un grupo de gente ofrecemos desayunos a chicos y chicas y sus familias antes de ir al colegio y al instituto, paso delante de la Cocina Económica, en el lugar donde Oviedo nació, en el lugar que tuvo la culpa de que hayamos llegado hasta aquí, y saludo a una de las hermanas, me van a perdonar y ella sabrá hacerlo que ahora no recuerde su nombre, es mi interlocutora cuando voy a hablar allí de las cosas del comer, la saludo, a las siete y media de la mañana, y hablamos dos palabras, antes de empezar y de seguir. Allí está la gata blanca que se ocupa, y vaya si lo hace, de que en el jardín del comedor no haya ratones. A mano izquierda, orgulloso en su vejez, el gasómetro; a mano derecha, el olivo de la catedral.
Ratones, ratones… Siempre, cuando siento la miseria a mi alrededor, y si hay ratones, me acuerdo de Tiempo de silencio.
En la esquina de la calle Magdalena, enfrente de la casa donde nació Indalecio Prieto, con Juan Botas, hace tiempo que pulula un grupín de yonquis, y allí está La Reina, travelo que forma parte del Oviedo Antiguo desde hace no sé cuánto. Se dan cuenta, los yonquis al lado de un supermercado, para ver si cae alguna moneda y para comprar esas latas grandes de cerveza.
También hay yonquis en el Campillín, un precioso parque de Oviedo en la Puerta Nueva, nacido de las regiones devastadas, con las vidas yonquis devastadas en su interior, y dicen que, como están en un parque, en una de sus plazas, recluidos, interesa esa ubicación a las autoridades, ya que allí no hay casas ni comercios y en ese gueto buscado y consentido no molestan.
En el Ca Beleño, damos desayunos a chicos y chicas y sus familias antes de ir al colegio y al instituto, y no solo, pero el Oviedo Antiguo se ha volcado. Empezando por Frankie y Blanca, que nos ceden su bar para ese rato, y por las hermanas Feito, que nos ceden su local para almacén y recogida y reparto de donativos, y continuando por tanta comprensión y tanta ayuda del barrio, que es decir de sus gentes, porque están bares y una tienda de reparación de electrodomésticos y una panadería y una confitería.
El Oviedo Antiguo tiene un «problema social», dicen. El otro día, acuchillaron al novio de La Reina en Magdalena esquina Juan Botas, a plena luz del día, en un lugar concurrido, de cita de peques para jugar y de paso de academias. Para algunos portavoces del apocalipsis, qué bien les hacen el juego a los de la gentrificación, qué bien, inocentes…, pensarán que están salvando el barrio para sí, si ganan los de la gentrificación ya los expulsarán de una buena patada en el culo, para algunos portavoces, este es un «problema social», incluso, el mayor «problema social» de la ciudad. Y a nadie le gusta que haya navajadas al pie de su casa o de su escuela, pero ni son habituales ni son el mayor «problema social» ni de la ciudad ni del Oviedo Antiguo, ojalá lo fueran, porque el Oviedo Antiguo se pasea, de día y de noche, repleto o solitario, y solitario es un privilegio, saludar al padre Feijoo, buenas noches, padre, alúmbreme un poquito, una noche solitaria de martes, para, a continuación, si llueve y hace frío, pedir permiso para circular a las salamandras que habitan la muralla en la calle Paraíso, porque para eso estaban allí antes, con lluvia y frío una invernal mañana, buenos días, salamandras, qué reluciente tenéis el traje amarillo, y recorrer en soledad el Tránsito de Santa Bárbara para volver la vista al cementerio de peregrinos y otear los gatos que son parientes de los gatos que en Roma habitan las ruinas del imperio.
Y el Oviedo Antiguo es un reflejo de la vida, que ya sabemos cómo son nuestras vidas, que son los ríos que van a dar al mar. Y hay calidez en sus muros, en sus casas y en su vecindario, y, sí, hay un «problema social», pero ojalá el mayor «problema social» de Oviedo fueran el botellón y una navajada esporádica en el Oviedo Antiguo. Sí, hay un «problema social», que no lo es, porque trasciende «lo social». Hay un problema político de primer orden. Y es que, cada mañana, en el Ca Beleño, gracias, no solo, pero de manera fundamental, a la hospitalidad, a la comprensión, a la complicidad y a la generosidad del Oviedo Antiguo, que es lo mismo que decir de sus gentes, damos desayunos a personas que pasan hambre, que pasan frío, que pasan enfermedad provocada por la pobreza.
Y me acuerdo tanto de Tiempo de silencio, de la miseria (también de la miseria moral) y de los ratones…

Asturias24 – 10 de junio de 2015.