El amor y sus diversas manifestaciones, el amor del enamoramiento, ese amor de explosión de deseo, de sonrisa perpetua, de risa floja, de incredulidad, ese amor que tan poco dura y que tanto se necesita, el amor al padre y a la madre, incondicional o torturado, el amor a los hijos y a las hijas, incondicional, temeroso del sufrimiento de nuestros cachorros, el amor al abuelo, que siempre nos acaba enseñando tanto, a la hermana, repleto de complicidades.
El amor de la amistad, ese amor que puede parecerse a veces al de un hermano, pero que en realidad no se parece a ningún otro. Esa lealtad de la amistad, tantísimos momentos compartidos, las carcajadas incontenibles, los descubrimientos unánimes, la lealtad y las hostias. Una amiga puede darnos un bofetón, verbal o físico, cuando nos lo merecemos, el amigo que te coge por los hombros cuando nos perdemos, y que te dice, tío, tía, ¿no ves qué estás haciendo? No seas imbécil.
El amor y su expresión hablada. Las canciones de amor, tantas, la expresión hablada del amor está toda escrita en las canciones. Pero la expresión hablada del amor.
Dicen que obras son amores y no buenas razones. Sí, obras son amores, qué duda cabe, pero ¿y las razones en forma de palabras enlazadas en la sintaxis? ¿Y la nefasta educación, implícita tantas veces, que nos impide expresar en el idioma el amor? Y no hablo de educación formal, o no principalmente. La misma tonta regla que dice que los chicos no lloran dice que es debilidad o cursilería decir a alguien «te quiero», o ripios de poeta de tercera.
Y a quién no le gusta que le digan «te quiero», a quién no le gusta escucharlo. A mí me encantan los vocativos que expresan cariño, con esa coma, en la expresión escrita y en la entonación, me encanta decirlos, lo hago siempre que puedo, me encanta que me los digan, hoy por la mañana me han dicho «tesorillo» y por unos segundos he sonreído.
Y se muere de repente, sin avisar, Jandro Espina, técnico de sonido, bajista de Ilegales y de The Electric Buffalo. Y los hombres, los hombres duros del rock, sus amigos, el amor de la amistad, empezaron a llorar y a abrazarse y el amor se expresa en unos pocos gestos, en palmadas en la cabeza, que pueden decir tanto. Y la amistad se hizo amigos, se hizo amigas, se hizo lágrimas, se hizo abrazos y palmadas y la amistad trajo desazones enormes y estoy tomando esa noche una copa con David Morei, amigo íntimo de Jandro, y me dice, «como somos unos rockeros duros, no decimos esas cosas, nunca le dije cuánto lo quería, nunca se lo dije».
Y ahí es cuando Morei me dice lo más grande, lo más delicado, que me han pedido hasta ahora en mi mundo de escribir: «Escríbelo, por favor, Belén, escribe cuánto quise a Jandro».
Y estas palabras que pronuncio ahora, que están escritas porque si no lo haría mal, están para eso, para decir cuánto quiso David Morei a Jandro Espina.
El amor de la amistad, ese amor que puede parecerse a veces al de un hermano, pero que en realidad no se parece a ningún otro. Esa lealtad de la amistad, tantísimos momentos compartidos, las carcajadas incontenibles, los descubrimientos unánimes, la lealtad y las hostias. Una amiga puede darnos un bofetón, verbal o físico, cuando nos lo merecemos, el amigo que te coge por los hombros cuando nos perdemos, y que te dice, tío, tía, ¿no ves qué estás haciendo? No seas imbécil.
El amor y su expresión hablada. Las canciones de amor, tantas, la expresión hablada del amor está toda escrita en las canciones. Pero la expresión hablada del amor.
Dicen que obras son amores y no buenas razones. Sí, obras son amores, qué duda cabe, pero ¿y las razones en forma de palabras enlazadas en la sintaxis? ¿Y la nefasta educación, implícita tantas veces, que nos impide expresar en el idioma el amor? Y no hablo de educación formal, o no principalmente. La misma tonta regla que dice que los chicos no lloran dice que es debilidad o cursilería decir a alguien «te quiero», o ripios de poeta de tercera.
Y a quién no le gusta que le digan «te quiero», a quién no le gusta escucharlo. A mí me encantan los vocativos que expresan cariño, con esa coma, en la expresión escrita y en la entonación, me encanta decirlos, lo hago siempre que puedo, me encanta que me los digan, hoy por la mañana me han dicho «tesorillo» y por unos segundos he sonreído.
Y se muere de repente, sin avisar, Jandro Espina, técnico de sonido, bajista de Ilegales y de The Electric Buffalo. Y los hombres, los hombres duros del rock, sus amigos, el amor de la amistad, empezaron a llorar y a abrazarse y el amor se expresa en unos pocos gestos, en palmadas en la cabeza, que pueden decir tanto. Y la amistad se hizo amigos, se hizo amigas, se hizo lágrimas, se hizo abrazos y palmadas y la amistad trajo desazones enormes y estoy tomando esa noche una copa con David Morei, amigo íntimo de Jandro, y me dice, «como somos unos rockeros duros, no decimos esas cosas, nunca le dije cuánto lo quería, nunca se lo dije».
Y ahí es cuando Morei me dice lo más grande, lo más delicado, que me han pedido hasta ahora en mi mundo de escribir: «Escríbelo, por favor, Belén, escribe cuánto quise a Jandro».
Y estas palabras que pronuncio ahora, que están escritas porque si no lo haría mal, están para eso, para decir cuánto quiso David Morei a Jandro Espina.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 18 de marzo de 2016.