Hoy hace dos años justos creé una página de Facebook que se llama ¿Pero quién dice que en Oviedo no hay nada?, por razones que ya expliqué mil veces, una de las cuales no es otra que hacer lo que pueda en desmentir la dichosa frase con que empieza la por otra parte imprescindible novela La Regenta.
No voy a descubrir los valores literarios de La Regenta, inmensos, ni el valor sociológico, pero llovió desde que Clarín la parió y pasó tiempo y una guerra civil cuyo prólogo vivió Oviedo con dramática intensidad, rota por la dinamita.
Y no digo yo que Oviedo sea especial, por qué ha de serlo, y habrá evolucionado como evolucionan todas las ciudades, con su ritmo y sus cosas, pero ha evolucionado y el tópico de la ciudad y la siesta y el Magistral, el más humano de los personajes de Vetusta, corroído por los celos en una de las escenas más admirablemente construidas de la novela, a modo de Dios de andar por casa, ya solo está en el recuerdo observando los transeúntes desde lo alto de la Catedral.
Es cómodo seguir diciendo que Oviedo duerme la siesta, es cómodo enrocarse en el tópico, así, no hay nada que discutir ni que repensar, la mirada crítica da mucha pereza. También es cómodo seguir diciendo que la ciudad duerme la siesta para dormir la propia y no levantarse del sofá de un salto, para nutrir lo que la ciudad ofrece y seguir durmiendo la siesta.
Clarín nos hizo un hermosísimo regalo envenenado si se toma como palabra revelada bajo la que atecharse para bostezar.
Y Oviedo tiene un selecto grupo de novelas en que la ciudad es la protagonista con personajes de distinto pelaje y esta semana se ha muerto José Avello, Pepe Avello, de Cangas del Narcea, pero ligado a Oviedo no solo por sus estudios de Derecho y por buenista de don Gustavo, sino por haber escrito una magistral novela llena de personajes que vagan por la ciudad desde donde les hablo, que vagan no de modo simbólico como vagan los personajes de Cortázar en 62/Modelo para armar, que vagan de carne y hueso, se encuentran, se desencuentran, se dañan y se quieren, se quieren sin esperanza. Esta novela se llama Jugadores de billar y si no la han leído, pertenezcan de algún modo o no a Oviedo, háganlo. Es una grandísima novela. Pero si, de algún modo, pertenecen a Oviedo, aunque apenas sea un dedo, una oreja, medio ojo o un trozo de rodilla, léanla e identifiquen los escenarios. Y recordemos a ese hombre afable, de escasísima y estupenda obra literaria, Pepe Avello, al que la enfermedad se llevó de modo muy veloz.
Lean Jugadores de billar, miren la ciudad de forma crítica y desprejuiciada, disfruten de esos lugares que si viéramos en otra ciudad querríamos apropiarnos.
Con la mirada de reojo siempre en el siguiente viaje, quiero a Oviedo como Woody Allen quiere a Nueva York en Manhattan. Ahora solo quiero parecerme a Diane Keaton.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 20 de febrero de 2015.