Amables oyentes, en este momento, salgo hacia Lesbos, la isla griega del mar Egeo, cercana, muy cercana, a la costa turca, desde la que podemos acariciar Pérgamo. Patria Lesbos de la poeta Safo, origen lingüístico del lesbianismo.
El viaje tiene varias razones, que se entremeten sin poder desgajarse ninguna, pero la razón última y la primera, la razón, a lo mejor solo hay una de la que las otras son formas, es ver directamente el horror de la desesperación, el horror de la guerra que se encarna en hombres y mujeres, niñas y niños que huyen de su país con el único objetivo de sobrevivir, y eso es lo que hay que ofrecerles desde ya, supervivencia. Supervivencia digna, sabiendo que los días siguientes van a ser complicadísimos y hay que empezar a trabajarlos, pero demos ya, a quien solo quiere sobrevivir, supervivencia digna, que se trata de vivir o de morir, y está en nosotros y en nosotras aferrarnos a la vida y poner a salvo a nuestras criaturas.
Ver el horror de la desesperación, para, luego, o mientras, contarlo, contarlo no tanto con afán de denuncia como con intención de arañar la tela que nos separa del horror y abrir una grieta estrecha con las uñas para acercarnos el horror impregnado de la pelea gigante por la supervivencia, tratar, como tantas otras plumas lo hacen, de acercar a quienes protagonizan la causa ética mayor a la que Europa se debe ahora.
Y, desde luego, hay reuniones, discursos en sedes institucionales, conversaciones y solemnes palabras de quienes hemos elegido, directa o indirectamente, pero se está tardando de manera intolerable en dar respuesta eficaz, generosa y obligada a la supervivencia digna. Las personas que buscan refugio, si logran sobrevivir al pisar suelo europeo, son amontonadas, trasladadas, hacinadas, empujadas, sin haber querido o sabido los gobiernos aún atender la súplica, por un lado, ni el ofrecimiento de ayuda, por otro, de eso que se conoce como «sociedad civil», no están, no son dignos, con excepciones, como la de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que ya ha pisado terreno para saber cómo se puede gestionar en una ciudad la llegada de la lucha por la supervivencia, después de haber promovido la declaración, orgullosa declaración que nos debe llenar de orgullo a quienes vivimos en una de ellas, de su ciudad como ciudad refugio, porque no hay nada más necesario, en este mundo inhóspito, que recibir refugio, y no hay nada mejor para dar valor a nuestra vida, ya lo dijo Milanés, que refugiar.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 9 de octubre de 2015.