(Esta columna se publicó en el diario La Nueva España el 3 de septiembre de 2024. Puede leerse aquí con suscripción. A continuación, se transcribe el texto completo).
Cuando me ocupaba de iniciativas solidarias relacionadas con la alimentación (desayunos o meriendas), recuerdo cómo la época más angustiosa para las familias con dificultades económicas era el inicio del curso escolar. Sin duda, la peor época del año en cuanto al gasto doméstico.
El inicio de curso supone no solo adquirir libros y material escolar. Supone, también, renovar el armario, porque nuestras criaturas crecen mucho. Supone el chándal y los playeros, para las clases de Educación Física; las botas y la cazadora, para cuando comience el frío; el mandilón, para el alumnado de Educación Infantil y Primaria… Y al inicio de este curso, que comienza ahora, las familias ovetenses que percibían el 50 o el 75 % de la beca escolar no lo percibirán en esta convocatoria, pues el equipo de gobierno municipal no ha dotado la partida presupuestaria de recursos económicos suficientes.
Sin beca escolar para el comedor, estas niñas y estos niños igualmente comerán, quizá lo hagan en casa porque para su familia resultará más fácil ordenar el gasto así y el gasto en alimentación es el prioritario, pero llevarán al cole la mochila gastada, los playeros estarán medio rotos o apretarán un poco en los dedos y las botas tendrán que esperar, a ver si en las rebajas.
El equipo de gobierno de nuestro concejo, ante un pavoroso encarecimiento de la vida que no comenzó anteayer, decidió no dotar la partida presupuestaria como se debe: con altura de miras y con aliento redistributivo. Suprimir más de mil becas de un plumazo, argumentando que se atiende a las familias más necesitadas, responde a una concepción de las políticas sociales más cercana a políticas de beneficencia que a auténticas políticas de derechos sociales. No dotar suficientemente las becas es una decisión política clasista, que concibe las políticas sociales como de atención a «los pobres» y no como políticas redistributivas de derechos.
El alcalde, Alfredo Canteli, habla de «cantidades astronómicas» para describir esta dotación. Cantidades astronómicas son las que se destinan a la vergonzosa operación del Calatrava, sin concreción alguna de a qué se va a dedicar el espacio que se adquiere. Cantidades astronómicas son las que financian el oropel de eso que se conoce como Capital de la Gastronomía, mientras se hurta el derecho a una beca para comer y para desayunar. Cantidades astronómicas son las que se piden en Uviéu por alquilar una habitación, no digamos una vivienda, mientras se jalea un turismo voraz e indiscriminado y no se actúa ante la proliferación sin control de los pisos de uso turístico.
Las becas de comedor, además de ser fundamentales para la conciliación (y ya sabemos quiénes resultan perjudicadas cuando las políticas de conciliación se resquebrajan), no solo suponen aligerar el presupuesto familiar en cuanto a la compra de alimentos, sino también en cuanto al gasto en suministros y, así, la comida calentada y cocinada duplica su valor.
Cantidades astronómicas para esas familias que no tienen derecho a beca son las que cuestan las entradas de los conciertos de nuestras fiestas de San Mateo dirigidos al público más joven: o comida o playeros o entrada para el concierto (discriminando por razones materiales el disfrute de la fiesta del pueblo) en septiembre, mes con una cuesta más empinada que la de enero.