Si estás en la calle Mon de Oviedo y das la espalda al barrio de Santo Domingo, ves la torre de la Catedral, en una de las más retratadas y bellas vistas de la ciudad, y, si miras la Catedral hacia la mitad de la calle, de frente, y algo te lleva a mirar a la izquierda, allí, te tropiezas con el Diario Roma, que hoy cumple treinta años, treinta años tropezándonos con el Diario Roma, subiendo o bajando por la calle Mon y dejándonos engullir por su puerta.
Antes estaba el Biba, quizá con decoración de Chus Quirós, permítanme la falta de rigor al no confirmar este dato porque prefiero hablar en los recuerdos, aunque los recuerdos sean de ayer o de hace treinta años, porque, como hablar del Diario Roma es hablar de educación sentimental, prefiero ahorrarme ahora contrastar el dato para tratar de rasgar la pequeña historia de las ciudades en estas palabras llenas de nostalgia, de gratitud, de amigas, de amores que nunca llegaron a nada, aunque sé que alguno llegó a mucho, de canciones, de la misma música que suena cada vez durante treinta años, afortunadamente, de la misma música que suena, de las mismas canciones, afortunadamente, porque así sentimos que somos de aquí, canciones que actúan como ancla de certezas, esas canciones que suenan en el Diario desde hace treinta años, que escuchamos tan jóvenes, que seguimos escuchando mayores, y nos siguen golpeando, yo, si tengo que quedarme para el Diario, me quedo con los Stones y con Burning sintonizando a los Stones…
Pero hay más.
Luis Salgado está desde hace treinta años, serio, austero, de una pieza, abriéndonos las puertas de su casa, para que podamos seguir escuchando la misma música, con amigas, con amores que quedan en nada, dándonos el refugio por el que suplican los Stones, aguantándonos borracheras, súplicas de canciones, lloros, exaltaciones y soledades. Y necesitamos a Salgado en los veinte años y lo seguimos necesitando pasados los cuarenta, porque las zozobras son ahora más conscientes y algo más cínicas y sabemos que nos podemos seguir cayendo por las escaleras del Diario Roma, al bajar del cuarto de baño, cada cual que cuente si quiere lo que sucede en el baño del Diario, yo me quedo con la cara pegada al espejo tratando de recomponer la barra de labios, tratando de ser una alumna patosa de Marianne Faithfull novia de Mick Jagger, cuya voz no deja de sonar en el Diario…
Pero hube de hacer todo este recorrido de treinta años para, sin pedírsela a Salgado, escuchar «Five Years» en el Diario, algo habré hecho bien, y parte de ese aprendizaje está en esa parte de atrás, algo habré aprendido para escuchar «Five Years» en el Diario. De eso estoy orgullosa, tan mal no he andado treinta años. De eso, de Salgado poniendo «Five Years» cuando llego y aún no es muy tarde. Y de ir, dentro de un ratito, a la fiesta de aniversario del Diario Roma en la compañía de uno de esos amores que, entre todos los naufragios, sobrevive.
Antes estaba el Biba, quizá con decoración de Chus Quirós, permítanme la falta de rigor al no confirmar este dato porque prefiero hablar en los recuerdos, aunque los recuerdos sean de ayer o de hace treinta años, porque, como hablar del Diario Roma es hablar de educación sentimental, prefiero ahorrarme ahora contrastar el dato para tratar de rasgar la pequeña historia de las ciudades en estas palabras llenas de nostalgia, de gratitud, de amigas, de amores que nunca llegaron a nada, aunque sé que alguno llegó a mucho, de canciones, de la misma música que suena cada vez durante treinta años, afortunadamente, de la misma música que suena, de las mismas canciones, afortunadamente, porque así sentimos que somos de aquí, canciones que actúan como ancla de certezas, esas canciones que suenan en el Diario desde hace treinta años, que escuchamos tan jóvenes, que seguimos escuchando mayores, y nos siguen golpeando, yo, si tengo que quedarme para el Diario, me quedo con los Stones y con Burning sintonizando a los Stones…
Pero hay más.
Luis Salgado está desde hace treinta años, serio, austero, de una pieza, abriéndonos las puertas de su casa, para que podamos seguir escuchando la misma música, con amigas, con amores que quedan en nada, dándonos el refugio por el que suplican los Stones, aguantándonos borracheras, súplicas de canciones, lloros, exaltaciones y soledades. Y necesitamos a Salgado en los veinte años y lo seguimos necesitando pasados los cuarenta, porque las zozobras son ahora más conscientes y algo más cínicas y sabemos que nos podemos seguir cayendo por las escaleras del Diario Roma, al bajar del cuarto de baño, cada cual que cuente si quiere lo que sucede en el baño del Diario, yo me quedo con la cara pegada al espejo tratando de recomponer la barra de labios, tratando de ser una alumna patosa de Marianne Faithfull novia de Mick Jagger, cuya voz no deja de sonar en el Diario…
Pero hube de hacer todo este recorrido de treinta años para, sin pedírsela a Salgado, escuchar «Five Years» en el Diario, algo habré hecho bien, y parte de ese aprendizaje está en esa parte de atrás, algo habré aprendido para escuchar «Five Years» en el Diario. De eso estoy orgullosa, tan mal no he andado treinta años. De eso, de Salgado poniendo «Five Years» cuando llego y aún no es muy tarde. Y de ir, dentro de un ratito, a la fiesta de aniversario del Diario Roma en la compañía de uno de esos amores que, entre todos los naufragios, sobrevive.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 20 de mayo de 2016.