Una vez, le dije a Yoli: «No sé si te das cuenta de lo que habéis construido Vane y tú con El Boca a Boca».
Porque, sí, El Boca a Boca, en el Oviedo Antiguo, fue mucho más que un bar.
El Boca a Boca fue un bar y un restaurante. Pero fue todo. Fue barrio.
El Boca a Boca funcionó como esos bares tiendas de los pueblos. No porque fuera tienda, aunque si faltaba pan en casa o cerveza estaba El Boca.
Pero como esos bares tiendas de los pueblos, a la vez bar y tienda, pero lugar de encuentro, centro social, tumbona del psicoanalista, almacén, venta en la carretera, biblioteca y lugar donde escuchar a Neil Young, Johnny Cash o James Brown.
El Boca a Boca fue una parada y un refugio, una biblioteca y un lugar para escribir.
Yo le decía a mi hija: «Nena, si algún día te olvidas las llaves y yo no llegué aún a casa, vete a El Boca; si un día estás sola en casa y tienes algún problema, me llamas, pero, mientras llego, vete a El Boca, El Boca es casa, allí vas a estar tan segura y tan acompañada como aquí». Hace pocos días, se quiso quedar a dormir sola en casa y yo no estaba convencida y me dijo: «Está El Boca enfrente, ¿no me dices siempre que si tengo algún problema está El Boca?».
Leonard Cohen, cuando iba a Montreal, a su casa, en un barrio popular, también tenía su bar, él se asomaba y, si veía que estaba abierto, salía y desayunaba, y hablaba con su dueño.
Yo, como Leonard Cohen, tenía mi bar, El Boca, enfrente de casa, y no me hacía falta asomarme porque sabía cuándo estaba abierto, y cruzaba, sin peinar, sin arreglar, descuidada, porque El Boca era casa e iba, si estaba libre, a la esquina de la barra y, si no, cualquier sitio de la barra me valía y sacaba mi libro, mi teléfono, mi cuaderno y leía, mis lecturas en El Boca, y tomaba notas y escribía y contestaba mensajes…
En El Boca fui muy feliz y estuve muy triste, pero la tristeza nunca era culpa de El Boca, al contrario, iba a El Boca cuando no quería estar sola con la tristeza y cruzaba e iba.
Una noche, quise llevar a cenar a El Boca a Boca a un hombre que me gustaba mucho. Nunca quise restaurantes lujosos o gastroalgo. Siempre quise El Boca.
Preparé cuidadosamente la cita. Les pedí a las chicas de El Boca que, por favor, nos pusieran Harvest Moon, el álbum de Neil Young. Y Neil Young tocó la armónica y cantó «From Hank to Hendrix».
Meses después, ni Neil Young ha logrado que sigamos cenando juntos, pero, esa noche, las chicas pusieron ese disco. Y yo todavía se lo agradezco, por el disco y porque pude compartir con ellas mi alegría.
El Boca me salvó muchas veces. La última, este verano. Recuerdo, un día, había ensaladilla y tenía un dolor muy fuerte en una pierna y un dolor fortísimo en el corazón, una garra ahí, retorciéndomelo, e iba a comer la ensaladilla y empecé a llorar encima de la ensaladilla y me parecía que el llanto nunca se iba a parar y ahí estaban mis amigos, mis amigas de El Boca, no pude comer la ensaladilla, pero ahí estaban…
Esas camareras tan jóvenes y tan amigas, podrían ser mis hijas, y se ponían contentas cuando yo lo estaba.
Leí en El Boca muchísimo, escribí también, preparé conciertos, pegué carteles, comí y cené, sola y acompañada, organicé celebraciones.
Cuando los desayunos en el Ca Beleño, El Boca nos daba 24 litros de leche cada semana.
El Boca fue bar, fue casa, fue barrio. El Boca fue barrio, todo lo bueno que significa ser barrio estuvo en El Boca.
Hice amistades estupendas en El Boca, me invitaron a una comida de Navidad allí, porque yo estaba sola y prefería comer acompañada ese día. Esas cosas que creemos que no nos importan, pero sí.
Yoli, no sé si te haces a la idea de lo que construisteis, te dije un día.
Sé que mis cosas no tienen importancia, son las cosas de poca importancia, de León Felipe, los hitos de nuestras vidas corrientes… Es tan complicada la vida, que qué más da esto que cuento. Pero tenía que contarlo, porque este rincón del Oviedo Antiguo fue mejor por El Boca, que fue barrio y calor humano, parada y fonda. Fue refugio y casa y yo ahora me quedo un poco más a la intemperie.
(Después de su publicación en la web, este texto fue publicado, también, en el diario La Voz de Asturias el 14 de febrero de 2019, aquí).