Lo que de verdad me molesta, por irremediable, es que ya no iremos al Chelsea Hotel. Lo cerraron y parece que van a hacer apartamentos de lujo, me dijeron. Yo solo lo conozco por fuera, con todas esas placas que dicen quién estuvo allí. Estuvieron muchos, y muy grandes, pero ya sabes por qué yo hubiera querido ir al Chelsea. Tú no eres Leonard Cohen ni Kris Kristofferson y yo, desde luego, no soy Janis Joplin, pero tenemos nuestro puntito, ¿no?
No sé si algún día llegaremos a ir a Estados Unidos juntos. No sé. Lo veo complicado. Yo iría, ya sabes que soy de tirar hacia adelante, pensar poco, hacer lo que me apetece sin mucha reflexión y mañana… ya veremos. Analizar poco y tratar de sentir lo más posible. Aunque quizá esta no sea la mejor forma de andar por la vida, yo qué sé, pero ahora no quiero perderme nada, no puedo permitirme el lujo de desperdiciar esta segunda oportunidad de vivir, que llena de turbulencias me está gustando tanto.
Podríamos ir a Estados Unidos, un viaje tan distinto al que ambos por separado ya hemos hecho. Tan arriesgado y, por ello, tan estimulante, el riesgo y el estímulo siempre dentro.
Podríamos ir a Estados Unidos, el viaje, el coche, conducir por Estados Unidos es un placer, conducir por una carretera infinita californiana merece todo un viaje. Podríamos ir a Estados Unidos, thunder road, que me salvó cuando se murió Ramón. Podríamos ir a Estados Unidos, you can sleep while I drive, que alguien me descubrió hace no demasiado tiempo. Podríamos ir a Estados Unidos, claro, definitivamente, the weight, por cuatro minutos creerse Fanny.
Y quién me iba a decir a mí que las referencias fundamentales de un viaje iban a ser musicales, y no literarias o cinematográficas. Asusta diez segundos que el suelo tiemble bajo los pies. Siempre quise escribir una novela; ahora, nada me gustaría más que escribir una canción, y pregunto a la gente que sabe por el proceso de composición.
(El ron y Sil Fernández tuvieron la culpa).