La apertura del último tramo de la autovía del Cantábrico fue una de las noticias políticas más esperadas en Asturias de los últimos días de 2014. Porque, al cabo, todo es política y las infraestructuras, también, y mucho. En el retraso de la apertura de ese tramo tuvo mucho que ver la mala política, la de baja estofa, la que se hace desde los intestinos y no desde el cerebro, la que se hace desde el mezquino interés y no desde la altura de miras del tribuno con sentido de Estado.
Pero en el último año finalizó, asimismo, tras mucha espera, el tramo pendiente del corredor del Aller, Corigos-Cabañaquinta, retrasado y retrasado parecía que hasta el infinito, pero, no, se va ahora a la frontera asturiana que supone el puerto de San Isidro por esta carretera, largamente esperada, necesitada y debatida. Buen firme, rectas, túnel flamante, excelente señalización, La Raya, último pueblo de Asturias, el más alto, cuando decidimos escaparnos por ahí hacia la Meseta.
Asturias es una y muchas como cualquier otra parte del mundo, como cualquier ser humano, afortunadamente, con su belleza y su fealdad, con su cielo y su infierno, de frescos y verdes prados y de cloacas. Afortunadamente impura, imperfecta, contradictoria, incoherente, híbrida, una y varias.
Y una de las Asturias, tantas veces identificada por quienes prefirieron querer a Asturias queriéndose infinitamente más a sí mismos en forma de cuentas bancarias bien repletas lejos y ocultas y vergonzosamente blanqueadas, como los sepulcros blanqueados, con una obscenidad insoportable, esos que identificaron a Asturias con las cuencas mineras e identificaron, ahora se demuestra que con un cinismo digno de mejor causa, la discrepancia con el ataque a las cuencas y laminaron sin piedad a quien osaba contradecir al gran líder, una de las Asturias, pero no la única ni la Asturias por antonomasia, porque no hay una que así lo sea, una de las Asturias es esa cuenca minera atravesada por el río Aller, comarca en cuya toponimia asoma, como siempre, la orografía. Y está el rastro en la toponimia de dos de las características del asturiano de la zona, preciosos fenómenos fonéticos, la conocida como «che vaqueira» y la metafonía.
El trayecto entre Oviedo y la salida de Asturias por el puerto de San Isidro resume, pues, tantas cosas. Cuando ya la minería está en camino del desahucio, aún se ven rastros de la aldea perdida. Leemos en el paisaje, en capas que no esconden la anterior, la aldea perdida, la industria perdida, las grandes obras de fondos mineros, unas sin duda acertadas y otras, mausoleos nada más nacer. El paisaje se deja leer, mientras conducimos por el corredor del Aller, es transparente, como transparente es la toponimia a poco que nos fijemos, en su forma y en su contenido, y del Corigos-Cabañaquinta al geriátrico spa de Felechosa esa Asturias, tan importante para la Asturias total, pero no la única, esa Asturias tan contradictoria, tan imperfecta, tan traicionada. Tan bella en su metafonía, tan doméstica en su panchón.
Asturias24 – 7 de enero de 2015.