Los datos nos dicen que cada día cierran dos librerías en España, sobre todo, pequeñas.
Cerrarán también, sin duda, otros negocios. La crisis y el cambio en los hábitos de consumo no perdonan. No hay más que pasearse por la ciudad y en todos los barrios, caros o baratos, ricos o pobres, hay locales cerrados por doquier.
Pero las librerías son más que tiendas; otros negocios son también más que meros expendedores de un producto determinado, pero las librerías, desde luego.
Quienes hemos estado desde que tenemos memoria, y aun antes, y seguimos conviviendo con libros, para entretenernos, para estudiar, para aprender siempre, para encontrar consuelo, para encontrar preguntas, para volver a Manderley, para viajar a la ínsula Barataria, para mirar Oviedo desde la torre de la Catedral, para recorrer el Barrio Latino del brazo de la Maga, para disfrutar de la soledad sonora, para compartir el arrebato de Lol V. Stein para volver corriendo a la habitación propia, para caminar hasta Olmedo, para escudriñar el escudo del gatopardo, para conocer la historia más triste del mundo, para ver nuestra imagen devuelta por un espejo cóncavo y conocer las cumbres borrascosas de tres solitarias hermanas inglesas, para colmar la mitomanía en forma de biografías y desear seguir persiguiendo saliéndonos en la música, como el perseguidor Carter/Parker.
Quienes necesitamos eso porque si no habremos renunciado a uno de nuestros refugios, junto con sus hermanas, las bibliotecas, quienes necesitamos eso, y más, sigamos acudiendo a nuestras librerías, sean estas las que sean, que tan generosamente nos abrazan, sin preguntar, con brazos en forma de cubiertas, de solapas, de hojas, de letras y de santos, porque siempre podemos pararnos delante de una estantería para coger ese libro de viajes y mirar los santos del relato de quien descubrió Abu Simbel o el dibujo del mapa de la isla del tesoro, sigamos, aunque podamos hacer tan poco para evitar que se cierren dos librerías al día.
Sigamos, en los diccionarios o en los libros de astronomía y de cocina o de coches o de matemáticas o de historia.
Y, si no han leído Sostiene Pereira, corran, búsquenlo, léanlo. O Juegos de la edad tardía.

Asturias24 – 11 de marzo de 2015.