La culpa de todo la tiene Homero. A partir de él, el resto es seguir el camino que nos ha marcado y correr detrás de las sirenas de la música, de la letra y del viaje. Y, luego, cada cual escoge la roca en la que ha de estrellarse.
Hay pocas experiencias más intensas que la música en directo. La música en directo es como una suerte de cóctel de medicamentos que vale para un montón de cosas. Para paliar, mayormente, porque el dinosaurio, cuando se acaba el concierto, sigue estando ahí, pero, ya en grandes estadios deportivos, ya en teatros más bien pequeños, ya en salas de conciertos, ya en garitos diminutos, la música en directo ayuda a saber más, a convertir la mente en amnésica durante un rato, a emocionarse, a sentirse parte de una tradición cultural, a sentirse parte de la tribu.
Hace ya algún tiempo, en un concierto desenchufadísimo y con un cierto tono canalla (inocente, por otra parte, tampoco fantaseemos y nos vengamos arriba pensando que luego nos dirigiríamos al Chelsea Hotel), supe verbalizar lo que había sentido muy intensamente la primera vez que vi a mi idolatrado Leonard Cohen en directo. Escuchando en Lisboa a Leonard Cohen, como nunca me di cuenta de cómo me gustaba formar parte de una tradición cultural tan rica, tan larga, tan infinita en su conocimiento, con lo que significa esto de todo lo que tenemos por delante para disfrutar, para que nos enseñen, para aprender, para descubrir.
Volviendo al concierto desenchufadísimo en una venerable capilla de la noche ovetense, dos tipos, dos guitarras, maneras de vivir, fui consciente de que da igual en El Paraguas, en el Olympia o en el Santiago Bernabeu o donde hubiera música en directo esa noche. Quienes estábamos en un concierto compartíamos lo mismo, compartimos lo mismo: el aprendizaje, la amnesia de todo lo demás excepto de nuestra propia imaginación (sentirse Fanny durante cuatro minutos, eso no nos lo quita nadie), la emoción y el sentimiento de pertenencia: la participación en lo común.
Hoy, en Oviedo, en la sala Whippoorwill, a las once, desde la página ¿Pero quién dice que en Oviedo no hay nada? tenemos el enorme placer de ofrecer un concierto a quien se quiera acercar. The Pink Rangers o, lo que es lo mismo, Michael Lee Wolfe, Sil Fernández, Gema Fernández y Puri Penín nos presentarán canciones de su próximo disco, nos cantarán otras, seguro que reconocemos algún himno. El concierto está organizado con mimo y con trabajo. Lo hemos pasado bien y ahora es el momento de la incertidumbre: ¿irá gente? Pero, sea lo que sea, aprenderemos, olvidaremos, nos emocionaremos y haremos tribu.
Participaremos, de nuevo, con mucha buena gente, en lo común.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 16 de mayo de 2014.