Como cuando ves un rincón de tu ciudad con los ojos del visitante y, entonces, te das cuenta de que ese rincón es maravilloso y no hay mejor que un cierto extrañamiento para apreciarlo en su cotidiana grandeza; como lo conocido, por habitual, nos parece corriente y que, al fin, no puede tener tanto valor, aquí tenemos productos culturales, en una amplia acepción de la expresión, que nada tienen que envidiar a lo hecho fuera, ni en Madrid ni en ningún otro lugar del reino.
Productos culturales, sujetos agentes y sujetos pacientes, que se manifiestan con más oropeles o de modo minoritario, sin que muchas veces el oropel y la minoría signifiquen necesariamente calidad y artículo menor.
Transversal a todo, la crisis nos corroe y hace que sea difícil librarse de la herrumbre. Y la profesión periodística, ya comentado mil veces, está siendo golpeada con saña. Y los medios desaparecen o en el mejor peor de los casos caen en manos de sus acreedores y ya pierden esa independencia, que no imparcialidad, quién quiere neutralidades, de que alguna vez disfrutaron y que ahora parece entelequia.
En Asturias, sin gritar, sin ostentación, tenemos El Cuaderno, revista cultural, ahora mensual, que nació como suplemento del añorado diario La Voz de Asturias (añorado, sí, pero ¿no podríamos haber hecho algo más por salvarlo o caigo en el ingenuo pecado de la inocencia?), que cuando el periódico murió siguió su camino, en papel y digital y gratuita, y que ahora no puede más, se está quedando exangüe.
El Cuaderno acaba de publicar su número 56. Sus últimos números han costado 3 euros. Pero tampoco ha sido suficiente.
El Cuaderno lleva 56 números ofreciendo información y crítica cultural de calidad indiscutible. Si nos tropezáramos con esta revista en una librería de Madrid o de Ciudad Real, gratuita o por 3 euros, nos la lleváramos y la hojeáramos tomando una cerveza en esa terraza de la plaza soleada de la vuelta de la esquina que no tiene nada pero en la que nos queremos quedar para siempre, reconoceríamos el privilegio de tener los medios materiales y espirituales para vivir ese momento.
Podemos hacerlo aquí, podemos hojear El Cuaderno en esa terraza de la plaza soleada de la vuelta de la esquina que no tiene nada pero en la que nos queremos quedar ese rato, reconociendo el privilegio de tener los medios materiales y espirituales para vivir ese momento. Yo elijo hacerlo releyendo el número dedicado a Rayuela, hay que convivir en una relativa paz con las propias obsesiones.
En la página de Facebook de El Cuaderno tenéis toda la información acerca de lo que podemos hacer para que El Cuaderno sobreviva. Nos necesitan a 500 personas, 30 euros al año, antes del 31 de mayo. A posteriori, el lamento nos puede tranquilizar mezquinamente la conciencia, pero para ser demasiado tarde hay demasiado tiempo.

La ventana de Asturias – Cadena SER – 9 de mayo de 2014.