Hay quienes dicen que la comisión de la Junta General del Principado constituida para investigar el origen de la fortuna blanqueada por el poderosísimo hasta hace nada José Ángel Fernández Villa y, también, para investigar acerca de lo que ha sido la gestión de los fondos mineros (ahora, pendientes de la ejecución de una sentencia) es inútil. Que el asunto ya está en manos de la justicia y de la Agencia Tributaria. Hay quienes dicen que qué imagen del Parlamento, que qué imagen de Asturias, que qué imagen de las cuencas, que qué imagen ofrecemos. Que qué imagen de los chigres.
Bien está que el Parlamento se reúna, esta vez, en forma de comisión, con representantes de cada grupo parlamentario. Bien está. Al fin y al cabo, es una de sus funciones, el debate y el control político, además de la función legislativa. Y la exigencia de algo tan difuso, pero tan necesario, de eso que se dice «responsabilidades políticas». Difuso y respecto a lo que las organizaciones políticas practican sin rebozo una ley no salida de asamblea legislativa alguna, pero ampliamente acatada, la ley del embudo.
Enero es período inhábil para las sesiones parlamentarias y se han habilitado expresamente esos días para reuniones de la comisión. ¿No reclamamos a quienes nos representan que justifiquen su sueldo? Pues bien está que se reúnan para, tras las comparecencias, redactar unas conclusiones, que incluyan, o no, votos particulares, conclusiones en forma de exigencia de responsabilidades políticas. Que no chocan con las investigaciones que otros órganos de la Administración u otros poderes del Estado puedan llevar a cabo. Es más, el contenido de las comparecencias o sus silencios pueden servir para iluminarlas.
¿Y qué mejor órgano que el Parlamento para pedir estas responsabilidades?
Y la imagen, esa preocupación por la imagen del Parlamento, de la comisión, de las cuencas, de Asturias, de esa cantidad de comparecientes, algunas presencias más justificadas que otras, ¿a qué tanto miedo? La composición de la Junta ha salido de las urnas… y el debate sobre la ley electoral y las mayorías y las minorías que otorga puede ser ampliamente leído de la pluma y de las palabras de personas expertísimas, y esa reforma frustrada de la ley electoral asturiana no es ajena en modo alguno a esta comisión y muy en particular a alguno de sus miembros más relevantes, en el que se da la paradoja democrática de, con su inmensa minoría, llevar la iniciativa…, a veces en exceso, en exceso del tiempo empleado para hacer preguntas, por ejemplo, que deja al resto de la comisión con poco margen de intervención, muchas veces. Y esa composición ha decidido quién ha de comparecer. Que comparezcan, lo están haciendo, que hablen o que se callen, incluso que vociferen y que insulten, lo están haciendo, y que la esforzada ciudadanía asturiana saque también sus propias conclusiones políticas, la ciudadanía como agente político. ¿A qué tanto temor, a qué tanto paternalismo? Está siendo muy ilustrativa esta causa general a nuestra historia democrática, en el fondo y en la forma, con sus antecedentes que se remontan a bien de años atrás, y de la que no estamos libres y de la que somos agentes y pacientes tantas veces.
Quienes comparecen son los nuestros, la materia de la que se trata es la nuestra, más allá del robo a mano armada vergonzantemente blanqueado. No tengamos miedo, afrontándola, enfrentándola, de la imagen que nos devuelven los espejos cóncavos.

Asturias24 – 4 de febrero de 2015.