No hay cosa mejor que viajar para volver a casa. No hay cosa mejor que pararse, de vez en cuando, y apreciar lo propio con ojos de fuera, esa mirada extraña, pero sin prejuicios, que cree captar, al menos unos segundos, la esencia de un lugar.
No hay cosa mejor que viajar, callejear por un sitio desconocido y encontrar ese rincón, esa terraza, esa plaza, esa tienda… Salir con los ojos llenos de la Capilla Sixtina para acabar bebiendo una margarita en el Trastevere; recorrer las calles de Palermo en sus palacios y comer una pizza al sol en una terraza cualquiera; visitar el Barrio Alto y perderse por ahí; fumar una shisha con un té verde en una calle escondida de El Cairo, solo para hombres, parece…
Pensar unos segundos que es ese lugar del que nunca me querría ir, que si viviera allí conseguiría publicar algo o escribir de una vez una canción y eso llevaría, claro, a algo parecido a una historia de amor.
No hay cosa mejor que viajar para volver a casa. No hay cosa mejor que estar en casa para querer marcharse. No hay cosa mejor que querer lo propio, no hay cosa mejor que quererlo, sin llegar nunca a conocerlo, no hay cosa mejor que querer lo propio y que, por unos segundos, se produzca el extrañamiento de estar en casa y, a la vez, sentir que si llegara nueva a la ciudad y estuviera ahí, en ese momento, no me querría ir nunca.
Este verano, en el chiringuito de la playa de Barro, escuchando a Perro Blanco Blues, con dos buenas amigas… Si yo vengo de fuera, nunca más me quiero ir.
Hace unas semanas, en el Café Paraíso, en Oviedo, escuchando a Heart of Gold, sin un enchufe cerca, en silencio del público para engancharnos por enésima vez a Annie/Fanny, que qué otra cosa es que volver a casa. Si yo vengo de fuera, nunca más me quiero ir.
Si yo visito una ciudad por primera vez y entro en una librería como esta pienso que estoy en uno de los mejores lugares del mundo. Si entro en una librería así en una calle así, si además hay vinilos, si además hay libreros con aspecto de saberlo todo, si luego me asomo y veo el mar y si sigo y en un edificio con unas columnas enormes o algo parecido me explican Paradiso después de Paraíso y si después vuelvo a otro barrio de los que me gustan, este con olor a mar, y vuelvo a querer ser por enésima vez Annie/Fanny porque otra vez Heart of Gold…
Y todo eso en Gijón, ahora, ciudad hermana, afortunadamente.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 7 de marzo de 2014.