¿Quién puede en Asturias asegurar que no lleva en su ADN la huella del hambre? Y en España y en Europa, en cualquier lugar del mundo y en algunos países siempre.
Pero, hablando en Asturias, quién puede asegurar que no lleva en su ADN la marca del hambre, tras una guerra civil de personas hambrientas, con el laboratorio previo que supuso la revolución de octubre del 34, en que en gran medida se batallaba por la miseria.
Quién puede afirmar en Asturias que no lleva en su ADN la muesca del hambre, en una larga posguerra en una región montañosa, agreste con tanta frecuencia, hambre no disimulada por la suavidad del paisaje marino, hambre incrustada en los barrios obreros de las ciudades.
Y quienes tenemos el privilegio de no haber pasado hambre nunca, privilegio que no debería serlo, pero que lo es, reconocemos la señal del hambre en nuestro ADN. Y si no la reconocemos, deberíamos. Y si nos creemos en el país de las personas salvadas, recordemos la escena de El pianista, la película de Polanski, en que el músico pasa de llevar una vida exquisita a comer del suelo alimento arrojado por alguien que caminaba delante.
Y en nuestros desayunos de la calle Paraíso, en Oviedo, estamos logrando una experiencia comunitaria de apoyo mutuo, red que va más allá del hambre, pero en cuya base está su vestigio en nuestro ADN.
Porque no preguntamos, pero sí contestamos si nos preguntan. Porque no queremos saber, pero sí escuchamos si nos cuentan. Porque recibimos toda la ayuda que se nos presta sin interpelar, pero, como escuchamos si nos cuentan, sabemos que muchas veces esa ayuda viene de gente sin trabajo, con recursos menguados, pero que se acerca a darnos un paquete de galletas y un litro de leche. Porque no me interesa el clásico debate acerca de la bondad y la maldad del ser humano, acerca de la influencia de la cultura en la naturaleza y lo que es intrínseco a todo ello. Pero el rastro del hambre en nuestro ADN, su recuerdo, que se actualiza de forma más o menos consciente, late.
Y como huella, marca, muesca, señal, vestigio y rastro y sin preguntar, pero escuchando, y para que el apoyo mutuo fluya en la dirección que cada momento requiera, el día 1 de enero me llevó a la Cocina Económica a la hora de comer, apenas asomarme para extirpar el ADN. Y esta semana, Fina, tendera imprescindible de la calle Mon, me ha dicho que nadie sale de su tienda con las manos vacías.
Desde hoy, viernes 10, y todos los viernes, entre las cuatro y media y las seis y media, las familias que no puedan acercarse a desayunar a diario pueden llevarse un paquete con el desayuno para toda la semana. Estamos en el número 5 de la calle Paraíso. Las salamandras nos dan conversación.

La ventana de Asturias – Cadena SER – 10 de enero de 2014.