«Odia el delito y compadece al delincuente», decía Concepción Arenal, una de las pioneras. Es difícil muchas veces compadecer al delincuente, por las circunstancias que lo han llevado a delinquir o por las características del delito. Los hay que se nos representan incomprensibles e indignos de compasión. No se nos puede exigir que la tengamos ni que nuestra capacidad de comprensión alcance el horror y la impiedad. Pero, afortunadamente para no caer como sociedad en el horror y la impiedad, nos hemos dotado de figuras legales que hacen que no lleguemos a esto no permitiéndonos, como sociedad, la venganza. Porque, sí, para convivir con un nivel tolerable de encontronazos tiene que haber la amenaza del castigo; y hay individuos de los que la sociedad tiene que protegerse, y en caso de los delitos hemos decidido las cárceles y no hemos sabido encontrar mejor solución.
Y pasar del castigo y de la necesidad de protección a la venganza puede resultar fácil y no podemos confundir sentimientos individuales e inevitables, que para eso hay tripas, con lo que nos debemos como sociedad que progresa, o debería hacerlo, y no se puede gestionar la venganza colectivamente. Y, al fin, tenemos derecho a las segundas oportunidades, hayan sido las primeras un error o se hayan planeado desde la fría consciencia.
Y, para ello, hemos plasmado en la Constitución la posibilidad de reinserción y nuestra legislación permite a quien sufre condena rebajar las penas, si muestra colaboración o arrepentimiento o señales de querer llevar otra vida cuando salga de prisión.
Y hay otros argumentos, pero no sirven. No sirve el argumento de los errores judiciales para justificar la oposición a la pena de muerte, por ejemplo. Da igual. Si estamos en contra de la pena de muerte, no vale esgrimir el argumento del error. No debemos desear la pena de muerte así nos enfrentemos a la mayor atrocidad que nunca podemos imaginar. No debemos desear en ningún caso la pena de muerte, un Estado ejecutor es un Estado democráticamente fallido.
En España, sabemos demasiado bien lo que es el terrorismo. No se ha solucionado la falla social en el País Vaco y quizá no tenga remedio. Pero, al menos, ahora no se mata ni se secuestra para reivindicar una república socialista independiente, valiente tontería, aunque los muertos pesan mucho aún, pues los cadáveres están calientes, ha pasado demasiado poco tiempo. Y después de haber vivido tiros en la nuca, coches-bomba, dinamita, dolor y mutilaciones, contraterrorismo, conocemos su tenaza. Y después de tener un 11M también sabemos lo que es el terrorismo yihadista y por qué ahora nos dan más miedo otras cosas y también nos gustaría que hubiera sentido de Estado para combatir las langostas que laceran los campos de la ciudadanía, las langostas que se meten en las viviendas y las desahucian, las langostas que no permiten vivir más que con unos pocos euros al mes, las langostas que no permiten el acceso a los medicamentos, las langostas que se meten en los conductos de la calefacción para helarla.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 6 de febrero de 2015.