Hoy lo propio es hablar de la Constitución y de si la última reforma aprovechando el letargo de un agosto del año pasado beneficia o perjudica a Asturias. O podríamos irnos a la historia y disertar acerca de si la vía rápida hubiera sido mejor que la vía lenta, reivindicando no sé qué fantasías históricas nacidas allá por los Picos de Europa. Que podemos enlazar con la imprescindible derogación de la ley sálica que toca de lleno al título de Príncipe de Asturias. Por ejemplo, se me ocurre, por ser el Día de la Constitución y estar comentando desde Asturias.
Pero sobre la Constitución ya se habrá dicho todo e incluso más y lo habrá dicho gente más cualificada, no hace falta demasiado en esto del derecho político, que yo, por lo que iré a algo más recoleto, más cotidiano, más doméstico y más universal.
En Oviedo, el sábado pasado, se celebró la quinta edición del Festival de Andar por Casa. Se trata de que hay personas que abren sus casas y ofrecen alguna actividad para que otras personas, quienes quieran y quepan, muchas desconocidas, la mayoría, entren en esas casas abiertas para participar en lo que sea que se ofrezca: teatro, música, literatura, juegos…
La experiencia es interesantísima, pues hay que vencer pudores y desapegarse un poco de ese exceso de intimidad al que nos aferramos y que tanto sosiego, en muchas ocasiones potente anestésico, nos da. Hay que abrir la casa y ver un montón de personas entrar, la mayoría desconocidas, y acoplarse como las piezas de un puzle en el suelo de la sala. Y hay que conjurar el miedo escénico y tratar de no pensar en si tu propuesta gustará, convencerá, enganchará, intrigará, despertará curiosidades y generará conocimientos.
El sábado pasado, en una casa ovetense, cerca de la muralla que tanto nos abriga, y con los ojos abiertos de las salamandras que por aquí moran observándonos, un grupo de personas, la mayoría desconocidas, se reunió para escuchar lo que se trató de explicar sobre por qué seguimos queriendo tanto a la Maga después de 50 años de Rayuela, para tratar de contagiar ese amor a quien no lo ha experimentado y para compartirlo con quien ya lo ha probado; por qué seguimos queriendo tanto a París, al Barrio Latino y a Montparnasse; por qué merece la pena ser Club de la Serpiente durante una hora, con vodka solo, frío, en vasos compartidos, bebido despacio, sin la convulsión del trago de golpe; por qué la banda sonora es Bessie Smith o Duke Ellington y más.
Por qué necesitamos ser cronopios: para estar en el mejor lugar del mundo, sea lo que sea esto, y para nunca más apretar el tubo de pasta de dientes desde abajo.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 6 de diciembre de 2013.