Otra vez mayo, en un par de días, y siempre recuerdo la canción de Felpeyu «Los fayeos de mayo», aunque no puedo evitar escucharla más en Lucas 15, con Xel Pereda en esa voz tan cálida.
Llega mayo y luego llegará junio y acabaremos los desayunos, con el fin de las clases en los institutos, el día de San Juan, cuando se cumplirán diez años de la muerte de otros músicos, de Felpeyu, sí, Carlos Redondo e Ígor Medio, que, con sus compañeros, continuaron la tradición de las canciones de vuelta a casa, la tradición que, como una maldición, nos dejó marcada en la piel Homero, con la vuelta a Ítaca, la maldición del viaje, la maldición de la vuelta llena de peligros, la maldición de la espera en casa, tejiendo y destejiendo.
Llega mayo y luego llegará junio y acabaremos los desayunos cuando los institutos y me gustaría que conocieran a un grupo de chicos y de chicas de Senegal que vienen a desayunar, adolescentes, muy jóvenes, nunca están con un adulto responsable, vienen a desayunar, vienen a buscar comida, son muy jóvenes, adolescentes, y ellos y ellas marchan con la carga, con los carritos, con las bolsas, con el peso, sin una persona adulta responsable, y una de las chicas me dijo que prefería vivir en Senegal, pero que, cuando su madre pueda venir a Oviedo y dejar su país, preferirá vivir en Oviedo. Madre senegalesa Odiseo, hija Penélope en Oviedo…
Son adolescentes, se ríen, se pelean, discuten, se empujan, gritan. Son adolescentes, con la piel oscurísima, negra como el carbón que hace el amor en la orilla con la arena en «Los fayeos de mayo», que son, carbón y arena, como Burt Lancaster y Deborah Kerr en la playa, son así, el carbón y la arena que se funden en la orilla, cuando nos mojamos los pies, pisando su abrazo, y se nos meten entre los dedos.
Y son adolescentes y tenemos que decirles que vengan a desayunar, que desayunen, que apuren, que llegan tarde al instituto, que estudien, que no falten, y hacemos lo que podemos, poco más que dar de desayunar e insistir en los estudios, pero tienen que ver, tienen que ver a esos chicos y a esas chicas, adolescentes con madres en Senegal, adolescentes que buscan comida, adolescentes haciendo algo que no les corresponde, porque solo deberían reír, pelearse y gritar, deberían verlos, a una indicación, ayudarnos a descargar donativos, manos negras como el carbón, en mayo, otra vez, que hace el amor con la arena en la orilla.
Llega mayo y luego llegará junio y acabaremos los desayunos, con el fin de las clases en los institutos, el día de San Juan, cuando se cumplirán diez años de la muerte de otros músicos, de Felpeyu, sí, Carlos Redondo e Ígor Medio, que, con sus compañeros, continuaron la tradición de las canciones de vuelta a casa, la tradición que, como una maldición, nos dejó marcada en la piel Homero, con la vuelta a Ítaca, la maldición del viaje, la maldición de la vuelta llena de peligros, la maldición de la espera en casa, tejiendo y destejiendo.
Llega mayo y luego llegará junio y acabaremos los desayunos cuando los institutos y me gustaría que conocieran a un grupo de chicos y de chicas de Senegal que vienen a desayunar, adolescentes, muy jóvenes, nunca están con un adulto responsable, vienen a desayunar, vienen a buscar comida, son muy jóvenes, adolescentes, y ellos y ellas marchan con la carga, con los carritos, con las bolsas, con el peso, sin una persona adulta responsable, y una de las chicas me dijo que prefería vivir en Senegal, pero que, cuando su madre pueda venir a Oviedo y dejar su país, preferirá vivir en Oviedo. Madre senegalesa Odiseo, hija Penélope en Oviedo…
Son adolescentes, se ríen, se pelean, discuten, se empujan, gritan. Son adolescentes, con la piel oscurísima, negra como el carbón que hace el amor en la orilla con la arena en «Los fayeos de mayo», que son, carbón y arena, como Burt Lancaster y Deborah Kerr en la playa, son así, el carbón y la arena que se funden en la orilla, cuando nos mojamos los pies, pisando su abrazo, y se nos meten entre los dedos.
Y son adolescentes y tenemos que decirles que vengan a desayunar, que desayunen, que apuren, que llegan tarde al instituto, que estudien, que no falten, y hacemos lo que podemos, poco más que dar de desayunar e insistir en los estudios, pero tienen que ver, tienen que ver a esos chicos y a esas chicas, adolescentes con madres en Senegal, adolescentes que buscan comida, adolescentes haciendo algo que no les corresponde, porque solo deberían reír, pelearse y gritar, deberían verlos, a una indicación, ayudarnos a descargar donativos, manos negras como el carbón, en mayo, otra vez, que hace el amor con la arena en la orilla.
La ventana de Asturias – Cadena SER – 29 de abril de 2016.