No sé si el director de cine Tom Fernández sabe lo que pasó el lunes pasado en Oviedo, su ciudad. No sé si sabe lo que supuso ver, de nuevo, su película La torre de Suso, en uno de los lugares que hacen que Oviedo sea Oviedo, y no otra ciudad, en la plaza del Paraguas, en el ciclo de cine al aire libre que organiza una nueva asociación, la Asociación Vecinal del Oviedo Redondo. No sé si alguien le ha contado lo bien que vimos, de nuevo, la peli, con la luna en primera fila de espectadora, con las gradas de la plaza y las sillas de plástico repletas y también había gente de pie y sentada en el suelo. No sé si le han dicho que nos volvimos a emocionar y a reír y a reír con emoción al ver, de nuevo, esa historia de reencuentros tras la muerte de un amigo, de una cuenca minera que aún tiene restos de la aldea perdida cuando ya se está perdiendo lo que vino después, de la devastación del alcohol y de la heroína, de las imposibles relaciones personales por mor de los silencios llenos de tabúes y de malentendidos, de las posibles historias de amor, a pesar de que los años nos hagan engordar. No sé si imagina cómo cantamos, de nuevo, «Hazañas bélicas».
Ya hablé de ello más veces. En Oviedo, hay voceros del apocalipsis que se empeñan en pintar un barrio antiguo peligroso, inhóspito, amedrentado, ruidoso y vomitado. No sé si saben algunos de ellos que están siendo la herramienta de los otros para alentar la gentrificación, dichosa palabra que no nos queda más remedio que aprender a pronunciar, de la zona, en una de las más eficaces herramientas capitalistas de la especulación. Por eso, los arcángeles del discurso aciago acabaron cansándonos y un grupo de vecinos y de vecinas del Oviedo Antiguo decidimos crear otra asociación, porque, no, las que había hasta ahora no nos representan.
Y puede parecer inocente, cine y palomitas, y emociones básicas y biográficas, quién no tiene cerca la muerte, la heroína, el desamor o haber perdido, pero no sé si sabe Tom Fernández que haber visto, de nuevo, La torre de Suso, con la plaza del Paraguas llena de gente, supone, además, vocear que hay otro Antiguo, que es el Antiguo real, con problemas, sí, real, como son las cosas reales, con problemas, sí, pero con un corazón que no deja de bombear sangre a todos sus recovecos y a quienes los habitamos, para poder decir alto que el miedo interesado y conservador no nos gana la partida.

Asturias24 – 26 de agosto de 2015.