En una reciente reunión de un grupo municipal con representantes de asociaciones vecinales de dentro y de fuera del Oviedo Antiguo, según recogen los medios, los representantes políticos hablaron de recuperar el Antiguo para las personas y también de dignificarlo o así.
Ayer, tuve que atender una madre que viene a los desayunos para conseguirle leche para su bebita. Tenemos dinero de los desayunos y fui a un supermercado del Antiguo a comprar la leche. La encargada de la sección de cosmética, tan guapa con su moño, no me dejó pagar la leche. Y al bote que yo compraba, añadió otro y pagó los dos. Como no me los podía dar en ese momento, me los dejó en la cafetería donde merienda, del Antiguo, donde pasé a buscarlos después.
Luego fui al almacén de los desayunos para entregar la leche, todo Antiguo tan reluciente, tan lleno de gente, tan irregular, tan entrañable, y luego salí con una amiga y con unos amigos por el Oviedo Antiguo, en esa hostelería denunciada, culpabilizada y acosada en tantas ocasiones, con avisitos.
Solo me encontré con personas, muchas de ellas vecinas, ya amigas, a las que no vi sin dignidad, tampoco vi sin dignidad las calles, los negocios, la porquería, los solares, los escombros, la historia ni los gatos callejeros, que a veces maúllan de noche como niños asustados, tan dignos. Dignidad tenían las terrazas y las canciones.
Ni sin dignidad los casi cadáveres que me cruzo ni cuando esperan por su hombre ni cuando esperan para comer, en esa casita tan Antiguo, al lado mismo del pesebre de la ciudad, tanta dignidad desesperada y hambrienta.
La otra noche, otra, estuve en un bar del Antiguo. Hablé de literatura.
Me pusieron una canción. Era para mí, era para todo el mundo que allí estábamos. Pero también era para mí.
Es una canción espléndida, muy triste, pero llena de amor, en el desamor, en la despedida, sweet honey love, qué preciosidad, con unos coros soberbios y construida por el genio de dos hombres geniales. La canción se llama «Shine a Light» y Jagger y Richards podrían no haber hecho más después de esta plegaria.
Esas cosas pasan en el Antiguo, tan lleno de personas tan dignas, tan lleno de canciones que se nos pegan a la piel para completar nuestra dignidad, tanta música, en otro lado, mientras suena Janis Joplin, Quique sale de la cocina y me da un vaso de gazpacho, porque se acordó de que habíamos hablado de que quería probar el gazpacho que él hace. Y así es como vivimos en el Antiguo, personas que nunca sintieron la necesidad de que nadie las dignifique, así es como vivimos en el Antiguo, haciendo lo que podemos, con más o menos torpeza, para cuidarnos, para cuidar este sitio que hemos escogido para estar y para compartir, entre plegarias, enmarcadas por el piano y las voces negras, y vasos de gazpacho.